39

222 21 1
                                    

Me levanté de mi asiento y me abrazó gustoso.

— Qué gusto me da verte, Alonzo. — En su mirada veía un ligero cambio que no sabía cómo descifrar. El color de su piel era mas vivo, su pelo había crecido ligeramente al igual que su barba anteriormente recortada, había algo en él, cierta sonrisa, semblante; que me había llamado la atención.

— ¡No sabes cuánta falta me has hecho, preciosa! — En mucho tiempo no me había sonrojado de esa manera, hace mucho tiempo nadie me llamaba hermosa. Me gustaba eso, creía pensar que decir cumplidos, ciertos apodos que suben tu autoestima (o el calor a tus pómulos) era algo netamente italiano, pero él era así, esa era su esencia.

—Ha pasado tiempo. — Sonreí nostálgica. Él volvió a envolverme en sus brazos dándome los ánimos que necesitaba. Porque solamente bastaba una sonrisa mía para notar lo rota que estaba.

— Una eternidad — corrigió rápidamente —. Pensé muchas veces en llamarte, pero desistía en cada intento. No creo que hayas querido verme.

— No digas eso. Sí, es verdad — reí divertida, él sólo sonreía encantadoramente, pero permaneció en silencio —. Pero para tu tranquilidad, no quería ver a nadie.

— Te ves radiante. Eres una persona completamente diferente — me observó de pies a cabeza. Yo no supe qué decir —. Eso no significa algo malo.

— Lo sé — digo en un suspiro —, tú también estás algo cambiado. Lo noté al casi no reconocerte.

— Es que... ¿Tienes un poco de tiempo para hablar en la semana? Digo, me sentaría en estos momentos contigo, pero veo que estás esperando a alguien más. — Apuntó con el dedo hacia el menú para dos que hace no mucho habían llevado a la mesa.

— No, digo. Esa parte la iba a pedir para llevar y se llevaría a mi madre, era una buena oferta. Pero ya que estás aquí, por favor hazme el honor de almorzar conmigo. Yo invito — mentira, te lo ibas a tragar sola, y ese apenas era el aperitivo —. Sabemos qué me hizo cambiar, ¿qué te ha hecho cambiar a ti? ¿Cómo va la vida? — Me gustaba a veces pretender que todo iba bien en mi vida, o más bien, intentar convencer a otros de que así lo era. ¿Por qué? No lo sé, me encontraba hablando con él, maravillada de la vida, siendo que en realidad, acababa de hablar y romper definitivamente cualquier lazo afectivo con el amor de mi vida.

— Pues, me han pasado varías cosas. Dentro de una semana, en parte, lamentablemente dejaré el centro porque me ofrecieron una mejor oportunidad laboral, un cargo importante de kinesiología en una clínica no muy lejos de aquí. He soñado con ese puesto por años, después de muchos intentos mandando mi currículum, ellos mismos me han contactado inesperadamente.

— ¡Felicidades! Es una lástima que ya no estarás en el centro, pero seguirás ayudando a más personas.

— Me causa mucha tristeza despedirme de mis pacientes, yo mismo conseguí un reemplazo para que así me asegurara de que estarán en buenas manos.

— Eso es muy bueno, Alonzo. No sabes lo mucho que me alegro por ti. — Sonreí sincera a lo que él tomó mis manos y las apretó en forma de agradecimiento.

— ¿Cómo pasarás las fiestas? — Preguntó cambiando de tema.

— Con mi padres, hermanos y sobrinos, ¿y tú?

— Viajaré a Italia para pasarlas con todos mis familiares, me iré pronto, pero volveré antes de año nuevo. — Esta conversación me hizo pensar en lo poco que quedaba para navidad, y en lo aterrada que estaba. Porque sería la próxima semana, y esa festividad ha sido mi favorita desde que tengo memoria. Ni siquiera había pensado una sola vez en noche buena o navidad hasta ahora.

Lo Feliz Que Soy A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora