17

242 26 1
                                    

Dios, ¿serán impulsos? ¿Será el hecho de haber estado con niños toda la tarde?

¡Qué podría ser!

¿Qué si ya estábamos en edad de tener hijos? Pues, claro. Todos nuestros planes, todas nuestras proyecciones se han visto retrasadas por el gran vuelco de nuestras vidas.

Aún así me es curioso que desee en estos momentos ser padre, aún cuando no estamos completamente establecidos en este nuevo estilo de vida.

¿Qué pensará? ¿Qué es lo que pretende plantear?

Supe en ese momento que para saber lo que insinuaba debía preguntar.

— Hey, ¿pero quieres intentarlo ahora mismo? — Intenté esconder mi emoción, porque esto no es nada para tomar a la ligera. Y sólo nosotros sabemos lo atarantados que podemos llegar a ser.

— Sé que no es algo para tomar a la ligera — respondió leyendo mis pensamientos —, pero es algo de lo que definitivamente debemos encargarnos de poder realizar algún día. No podemos arriesgarnos. Puede ser hoy; puede ser mañana, debemos asegurarnos, pensar en un futuro. Ya no podemos tener la misma mentalidad de que todo se nos dará fácil. Porque ya nada es fácil.

— Entiendo, entonces reservaremos un espacio en el centro para que cuando estemos listos, podamos ser padres.

— Exacto, ¿qué dices?

— Me parece una excelente idea — sonreí abrazándolo conmocionada, acurrucándome en su pecho. Sólo nosotros sabemos lo mucho que hemos soñado una vida juntos. Y ya el mero hecho de pensar en formar una familia era un gran paso. Bueno, ya éramos una familia. — ¿Alguna vez has pensado en qué nombre te gustaría para tus hijos?

— Sí. Para niña me gusta Rose... Nina. ¿Para hombre? Santiago.

— ¿Santiago? Como la ciudad, es algo latino — me quedé pensando al respecto —, ¿es por tu bisabuelo?

— Sí, por él mismo. ¿Tienes algún otro nombre en mente?

— Vincenzo. — Respondí emocionada.

— ¿Será nuestro hijo un mayordomo?

— ¿Será nuestro hijo una ciudad? ¿Una flor?— Imité su forma de hablar con gracia — ¿Nina? Mi tía Rhonda tenía un gato y lo nombró así.

— Auch, que fría — carcajeó alegre, algo ilusionado por la conversación que estábamos teniendo. Por momentos, ahora venimos a darnos cuenta, que nuestra vida se detuvo. Que sólo nos centramos en Adler y su condición y eso obvio que así debía ser. Añoramos llegar a ese día en el que aprenderemos a vivir así y seremos igual de felices que siempre. Porque eso sí era lo que más anhelaba: que él fuera feliz —. Me encantaría abrazarte ahora...

— No se diga más — Puse sus brazos a mi alrededor y junté nuestras narices sellando el pacto que desde el día uno nos hemos prometido; estar para el otro.

— Me gustaría que hubiera una forma más poderosa de decir te amo — habló después de unos minutos, rompiendo completamente el silencio que nos unía —. Contigo las palabras no son suficientes.

— Pero sí las miradas... contigo sobran — sonreí al posar una de mis manos en su cálida mejilla. Él exigía una explicación a lo que acababa de decir — ¿No te he dicho que puedo saber todo lo que sientes sólo al mirarte a los ojos?

— ¿Tanto se me nota? — Esbozó una sonrisa sin mostrar sus dientes. Movía ligeramente sus hombros — Por ti siento muchas cosas... Jamás, no en este plano terrenal, podré agradecerte todo lo que haces por mí. Sé que estás agotada, que no es nada fácil cuidar a alguien como yo, que a veces, por no decir siempre, pienso que estarías mejor sin mí.

Lo Feliz Que Soy A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora