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Ava Smith*

Tenía todo el día libre así que decidí quedarme en casa, no me he levantado de la cama en todo el día, me han traído el desayuno, no me puedo quejar me gustan mis días libres, me encontraba viendo una de mis series favoritas cuando sentí que la puerta se abrió, vi entrar a Celeste un poco nerviosa.

 — Señora su padre está allá abajo preguntando por usted.

 — Dile que no estoy que salí muy temprano y no sabes a donde me fui.

— Lo siento, ya le dije que usted estaba en su habitación, lamento mi imprudencia.— veía nerviosismo en ella.

 — Está bien no pasa nada, ya bajo solo dame un segundo.— dije con desdén.

Me levanté de la cama me puse unas pantuflas y una bata de seda para cubrir mi desnudes, apagué la televisión y abrí las cortinas para ver la hermosa vista de la ciudad y que pueda entrar el sol a mi habitación, baje las escaleras y mi padre se encontraba tomándose una taza de café, le pasé por el lado y no me detuve a saludarlo estaba muy dolida con él.

—¿A qué has venido?— juro por Dios que estoy tratando de contener mis lágrimas. 

 — Vine a pedirte que por favor dejes que tu hermana participe en esta misión contigo.

Es increíble como después de que me golpeo frente a todos no es capaz de pedirme tan siquiera una disculpa ni mostrarse arrepentido por lo sucedido, esto no tiene madre sinceramente que no la tiene.

— No entiendo como para ti es tan difícil entender el significado de odio, la odio, la detesto, de tan solo tenerla cerca me repugna, me recuerda lo perra que es, que no merece de mi parte nada más que desprecio.

 — Es tu sangre por el amor de Dios.

— Para tu maldita conveniencia es mi sangre, pero cuando se acostó con mi esposo, el padre de mi hijo, el hombre al que amaba eso sí que no lo pensó, o más bien no lo quiso pensar porque era, conveniente no hacerlo. 

 — Las cosas no sucedieron así.

— Tú que carajos sabes como sucedieron las cosas, si no fuiste tú quien los encontró teniendo sexo en mi propia casa y cama, te pido que te calles la boca y no opines absolutamente nada sobre este tema.

 — Regina se ha estado preparando para esta misión merece ir con ustedes.

— Yo no recuerdo haber dicho que ella no irá, lo que si recuerdo haber dicho es que yo no pienso ni quiero trabajar por esa razón no participaré en esa misión.

 — Estás siendo injusta. 

 — Injusto estás siendo tú, que prefieres creer lo que te conviene antes que la verdad,  si no tienes nada más que decir te pido que te largues de mi casa.

Se levantó de la silla y sin decir nada más salió de la casa, dejé salir todas mis lágrimas me dolía ver como él la defendía es injusto que lo haga, sabiendo como pasaron las cosas. 

 Me cambié rápidamente me vestí con una ropa deportiva Nike y unos tenis, deje mi pelo desordenado se veía bien y tomé las llaves de mi auto, llegué a la inmobiliaria y enseguida me dirigí a la oficina de Juan. 

 Cuando entré a la oficina Juan no estaba solo pues James estaba con él tomándose una taza de café, le regalé una sonrisa a James y tomé asiento.

— Pensé que no vendrías hoy, ya que te di el día libre— Me dijo Juan sin dejar de mirar unos papeles.

 — En realidad no vine a trabajar vine a decirte algo.— dije mientras miraba a los ojos a James. 

 — Adelante soy todo oídos.

— No trabajaré para esta misión con ustedes.— vi como Juan dejó de mirar sus papeles y sus ojos se posaron en mí. 

 — ¿De qué estás hablando Ava?

— Fui lo suficientemente clara cuando dije que si Regina participaba yo no iría, no pienso arriesgar mi vida ni la de los chicos por ella eso ni pensarlo. 

 — Por favor deja lo personal atrás y haz un intento por trabajar con ella te lo pido Ava.

Estoy tan cansada que no pienso seguir discutiendo lo mismo cuando no veo intención en él de ceder ante mi petición, lo mejor que puedo hacer es resignarme.

 — Como quieran, conmigo no cuenten, trabajaré, pero lo haré por mi cuenta no pienso enseñarle nada mucho menos entrenarla, que se las arregle como pueda.

— Pero... 

 — Lo siento Juan, pero fui clara contigo y esas fueron mis condiciones tú decides entre una veterana o una novata que ni siquiera un arma sabe disparar, sabes qué no hace falta que decidas me quedó todo claro.

Salí de la oficina sin nada que decir, había una playa a la que siempre iba con Noah cuando estaba más pequeño, me gusta porque casi nadie la visita, ahí solo van personas con sus lanchas es como reservada y eso la hace hermosa. 

 Llegué y aparqué cerca de la entrada, busqué una manta que traía en el baúl y la coloqué sobre la arena, me acosté sobre ella y me quedé observando el hermoso atardecer, mi madre y Sanders no se imaginan cuanta falta me hacen, son las únicas personas que extraño en este mundo.


Incontrolable deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora