Capitulo #31

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.Rondan las cuatro am y no paro de dar vueltas en la cama; las sabanas simulan el material  de una  lija, mi almohada el de una piedra y el colchón que tanto amo, esta noche parece una cama de espinos. No paro de pensar en esos mensajes, los mensajes que tuve que escuchar por oído propio. Haber leído un mensaje el otro día es totalmente diferente a esto, porque ahora...ahora escuche la voz del tal Mullins el cual si mis suposiciones no fallan, se trata del médico de Beth. Con respecto a esta última, quizá se encuentre en un estado crítico o quizá sea solo un simple virus infiltrado en su cuerpo, pero que debe controlarse. En cualquiera de los casos, me preocupa.

Me giro de vuelta sobre la cama, esta vez dándole la espalda a la puerta entreabierta de mi habitación. Intento con todas mis fuerzas despejar cualquier pensamiento de la cabeza para dormirme;  de otro modo, no habría quien pudiera levantarme para ir al instituto en un par de horas. Pero entonces y justo cuando los músculos se me relajan...

Un grito.

Un sonido desgarrador proveniente de algún lugar dentro de esta casa...aguda, afónica;  ese tipo de grito solo puede pertenecer a una garganta: La de Beth. Mis piernas comienzan a moverse involuntariamente fuera del calor de las sabanas. Me encuentro con unas piernas desnudas pero no me importa, solo quiero llegar hasta la cruz del mapa.

Los gritos no cesan cuando abro su puerta bruscamente; Robbie esta con las dos manos sobre el pecho de mi madre, la cual parece atragantada con algo.

Su boca está completamente abierta y sus ojos lagrimosos solo expresan un tremendo dolor.

— ¡Llama a emergencias, YA! —Robbie me ordena cuando se percata de mi presencia en el umbral de la puerta.

Tardo unos segundos en salir del trance de presenciar una escena tan horrible, que seguro no olvidaré jamás. Corro escaleras abajo y llamo al 911, manteniendo el teléfono muy pegado a mi oreja.

—911, ¿Cuál es su emergen...?

—NECESITO UNA AMBULANCIA AHORA MISMO PARA FORTESCUE AL 666 EN EL SUR SE FILADELFIA—no hay tiempo para la paciencia.

—Señorita, necesito saber su nombre, identificación y que describa la situación...—

— ¡NO IMPORTA QUIEN DEMONIOS SEA YO, USTEDES TIENEN QUE SALVARLA! —las lágrimas comienzan a llenar mis mejillas. Se produce un silencio en el que me siento incapaz de articular palabra; mis sollozos son demasiado fuertes como para calmarlos.

—Señorita, quiero que se tranquilice y responda a mis preguntas.

Me sorbo la nariz, que parece un grifo de agua abierto, mientras lucho por recuperar la compostura.

—Skylar Evelyn Jones... no recuerdo mi documento. Yo solo...estaba durmiendo y comenzó a gritar, parecía... como a punto de atragantarse.

—Está bien, hemos anotado todo lo que nos ha dicho, Skylar, su ambulancia llegara cuanto antes.

Y así es: No pasan ni diez minutos cuando vislumbro por las cortinas de la sala, las luces rojas y amarillas de la ambulancia. Robbie y yo subimos por detrás de la camilla que carga a Beth, obviamente reacios a separarnos ni un segundo de ella. Los médicos conectan a mi madre a una maquinilla que marca su ritmo cardiaco, mientras papa llama a los familiares para informarles sobre todo. Solo puedo observar su cuerpo quieto sobre la camilla y lamentarme sobre todo lo ocurrido.

No está pasando, no.

La máquina emite un sonido agudo que pone a los tres médicos en alerta; todo se vuelve...turbulento y me veo de repente apartada de la vista de mi madre; lo único que veo son sus espaldas cubiertas por esos trajes celestes.

KeeperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora