Capitulo #4

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El piso de la sala está cubierto por una capa de polvo y los bancos-que parecen no haber sido utilizados por décadas- están agrupados al fondo de esta. Aun así no es eso lo que nos deja a Harley y a mi sin habla, son sino, los objetos peculiares llenos de tierra que la decoran: Una copia tridimensional del cuerpo humano, resaltando las partes genitales del hombre y la mujer, un cartel sobre una pizarra llena de anotaciones, que dice 'Las relaciones no son solo relaciones, son el procrear de la humanidad' y sobre un escritorio-seguramente el antiguo escritorio de un profesor-, un experimento conformado por flores ahora marchitas en un frasco con tierra.

Suelto una risita al comprobar lo obvio: Esta era la antigua sala Ciencias Naturales.

Harley pasa por mi lado sacándome de mi perplejidad y deja un balde lleno de agua en el piso, haciendo saltar el polvo por los aires.


Remojo un trapo en el balde con agua y lo enchastro en la pizarra; Los chorros comienzan a caer a borbotones, en soluciones de agua, tierra y tiza amarilla. Detrás de mí siento el ruido metálico de una silla y en cuestión de segundos, Harley aparece junto a mí y se para sobre esta para comenzar a despegar el vergonzoso cartel de la frase. El olor de su perfume comienza a introducirse por mi nariz y es inevitable no estornudar, aunque sea delicioso.

-Salud-dice el otro desde la altura.

Hago caso omiso a su comentario y remojo el trapo nuevamente.

Cuando la pizarra recupera su color original y hasta destella a la luz del sol que ingresa por la ventana, agradezco que sea la hora de limpiar el ahora fangoso piso, obra de la tierra mezclada con el agua que cayó desde el pizarrón. Harley se traslada hacia los bancos del fondo y comienza a desapilarlos con facilidad, como si pesaran lo que una hoja.

Y como no iba a ser fuerte, si golpea cosas constantemente. Pienso y llevo mi mano al ojo morado.

-No sabes todo lo que daría por un poco de agua en este momento-habla nuevamente y me invade un profundo mal humor.

Empujo el balde con agua en su dirección.

-Pues toma.

Da media vuelta y observa el balde con agua ondulante. Luego me mira por una milésima de segundo y se vuelve hacia los bancos, pero no sigue acomodándolos. Suspira, su ancha espalda marcada por una camiseta ceñida se ensancha con la inhalación y se normaliza con la exhalación.

-No es necesario que actúes así-dice volteando hacia mi dirección. Dejo el trapo mojado junto al balde de agua y por primera vez, soy capaz de mantener mi mirada sobre la suya sin vacilar.

Frunzo el ceño.

-¿Que actúe como?

-Así. Hostil e irritante... Como si fueras una mala persona cuando en realidad no lo eres.

Arqueo las cejas, perpleja. Que intente halagarme para suavizar mi odio hacia él, me hace odiarlo aún más.

-Disculpa...¿Debería aplaudirte Styles? ¿Arrodillarme y adularte como si fueras la reina de Inglaterra? ¡Porque soy yo la que parece una cebra con este ridículo moretón!-señalo el ojo golpeado-. Y no tengo mala memoria.

Frunce el ceño.

-Skylar- dice dudoso-. Las cebras no tienen manchas redondas, esas son las vacas.

La sangre hierve en mis venas. En este momento, moriría por expresar lo que mis fueros internos piden a gritos: Decirle lo desgraciado que es, encestarle un buen golpe en el ojo y meterle la pelota de goma del director Frankleton por el trasero. Sin embargo, no veo todas esas cosas como posibles, o tal vez sí, pero no sin salir inmutada.

KeeperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora