Al comienzo, sus labios permanecen tensos a mi contacto. Después, se aflojan y me permito juntar su lengua con la mía.
Sus labios parecen cortados del cuerpo de un chico tierno y empalagoso y pegado en la cara de un chico frío como Harry; totalmente diferente.
Pasan dos, tres, cuatro segundos y mi rodilla comienza a entumecerse sobre el asiento. Además, siento las axilas mojadas, acompañado por un leve olor a transpiración que me llega a la nariz.
Siento su mano sobre mi hombro y a continuación la presión que ejerce para separarnos. Lo observo fijamente a los ojos con la esperanza de encontrar una sonrisa en su cara pero, en cambio, este aparta la mirada rápidamente evitando cualquier contacto. Salgo del auto en un parpadear, pero antes de que comience a caminar hasta la entrada de mi casa, su áspera voz me retiene junto a la puerta.
-Sky-la vista fija al volante. Hay silencio por aproximadamente veinte segundos, hasta...-No me mal intérpretes, es solo que prefiero estar solo.
Asiento con una diminuta sonrisa en el rostro.
Tal vez podamos ser amigos, tal vez lo que dice tiene sentido y una simple amistad podría bastar-más allá de lo que yo siento-.
Tal vez estoy obsesionada.
-Comprendo... Adiós, Harry.
-Adiós.
No me vuelvo para observarlo mientras camino de espaldas hacia el porche, ni tampoco cuando escucho el motor del viejo coche encenderse y luego alejarse. No puedo negar que me siento como la mierda, pero si quiera voltearse a verlo empeoraría las cosas.
Se refleja a través de los cristales de la puerta de entrada, la luz proveniente del interior de la casa. Me preparo psicológicamente para lo que sigue a continuación.
Veo la hora en mi teléfono descartable una última vez.
Me pregunto qué diré cuando me pregunten porque aparecí en casa a las doce y veinte de la noche toda empapada.
-Lluvia, fue por la lluvia.
-¿La lluvia te hizo llegar seis horas tarde a tu casa?-cuestiona con los brazos cruzados. Lleva los lentes de lectura con forma de media luna que tanto miedo me dan-. Pues adivina, no te creo.
Rodeo los ojos. Papa descansa sobre el sillón individual de la sala, aunque sé que solo está esperando el momento indicado para atacar.
¿Por qué todo es tan difícil? Mi completa vida es como un trasero con acné; en este caso, el culo es mi vida y los granos representan los obstáculos que atravieso a diario. Que metáfora.
Me tiro sobre el sofá y me tapo la cara con un cojín de plumas, el único que quedo luego de que yo extinguiera el otro en una pelea de almohadas con Keiley, una de mis tantas ex amigas del Crestwood High. Escucho a mamá suspirar y acercarse a mí.
El sofá se hunde a mi lado y la mano llena de anillos de Beth va hasta mi espalda y comienza a acariciar.
-Puedes decirme lo que sea, ¿Lo sabes no?-su tono ahora es tranquilo, lo cual agradezco; no tengo las fuerzas suficientes para aguantar más mierdas-. Lo que sea.
-Lo sé-respondo. Mi voz suena saturada por el cojín que me cubre la boca. Me estremezco por el contacto de sus manos en mi espalda-. Pero no pasa nada, Beth.
Mamá. Beth.
Mamá se convirtió en Beth desde la vez que me acostumbre a decirle por su nombre de pila. Desde entonces, solo es Beth y todo el mundo supone que le llamo así por otras razones.