—Harry.
Louis aparece junto a mí. Sus ojos le sonríen amigables al rizado, pero su cuerpo tenso demuestra todo lo contrario. Sé que Louis odia a Harry desde el día en que él me engaño, en mi propia fiesta.
En este momento, me siento como en medio de algo que no me incumbe.
—Louis Tomlinson, cuantos años han pasado—Harry pone su mejor cara de alegría.
—Muchos, la verdad—Louis arquea las cejas. Me vuelvo hacia el para contemplar la sonrisa que se despliega por su delgado rostro: ¿cómo es que hace para que luzca tan real?—. ¿Qué es de tu vida? ¿Que estás haciendo por aquí? pensé que te habías mudado a Los Ángeles.
—Lo hice, pero ahora tengo un trabajo aquí—en todo esto, Mara aparece junto a Harry y le aprieta la mano para hacerse valer—. Esta es mi novia Mara, es de Carolina del Norte.
—Un gusto, Mara—mi novio asiente con la cabeza a modo de saludo.
Mara lleva un vestido de satén tan corto como el mío con la espalda totalmente al descubierto. Su cabello, recogido en una coleta alta.
— ¿Y por qué estás tú aquí, Louis?—la voz de Harry me saca de mis pensamientos.
Cada vez que abre la boca, siento como se abre una brecha en mi corazón que amenaza con punzar. Su tonalidad ronca y lenta me recuerda a cada palabra que me haya dirigido en mi vida.
Volteo y descubro que nos encontramos a solo unos pasos de la mesa más cercana. Cojo el papel que Louis tiene en mano: mesa ocho. Solo tengo que moverme un paso hacia la derecha para poder encontrarla. Nuestros acompañantes se encuentran ya sentados: una pareja de ancianos que susurran cosas al oído y otra pareja de personas más jóvenes, junto a sus dos hijos pequeños. Probablemente sean toda una familia. Solo quedan dos sillas vacías, que nos corresponden a nosotros.
Trato de jalar del saco de Louis para apurarlo, pero antes de que pueda si quiera acercarme, Mara se planta frente a mí.
—Que coincidencia volver a encontrarte.
—Lo es—respondo, observando sobre su hombro en busca de Louis.
— ¿Eres originaria de Pennsylvania?
—Sí, nací aquí en Philadelfia—aparento una sonrisa—. ¿De qué parte eres tú de Carolina?
—Jacksonville. De todas formas viví en el campo durante toda mi infancia ya que mi padre araba tierras.
—Interesante—asiento con la cabeza. Si existe una suerte en este mundo, es que las personas no pueden leerles la mente a otras. Mara no me perdonaría si pudiera escuchar que es lo que pasa por mi cabeza mientras ella me habla de su estúpida vida. Paso un brazo por su lado para tocar a Louis por la espalda—. Creo que tenemos que sentarnos, nuestra mesa está completa.
—Sí, si—me dice y saluda a Harry con un asentimiento de cabeza. Unos pasos más adelante, cuando ninguno de los otros pueden escucharnos, él me susurra al oído—: ¿Sabías que estaba en la ciudad?
Medito mi respuesta por unos segundos. ¿Podría afectar la relación contándole la verdad? Lo cierto es que Louis no quiere demasiado al rizado y en efecto, si le contase que ya nos habíamos saludado en el aeropuerto, seguramente se cabrearía conmigo por no contarle.
—No, no tenía ni idea.
Y tomamos asiento en nuestros respectivos lugares.
Varios minutos después y con un par de copas vacías, descubrimos que la pareja de ancianos se llaman Wilfredo and Hill y que están casados hace más de cincuenta años. Me sorprendo al saber que el hombre y la mujer jóvenes no son más que hermanos y los dos niños, sus hermanos pequeños.