Los ojos me pican cuando cierro la puerta de entrada, separándome por una simple abertura de madera de Harry y su padre. Aun no puedo creer que quizá sea la última vez que Harry pise mi casa, teniendo en cuenta la manera en la que me hirió esta mañana. Mi piel sigue teniendo ese perfume tan propio de él y cada palabra que dijo, grabadas con fuego dentro de mi cabeza. Y sé que aunque me distraiga por un rato, esas palabras rondaran por mi cabeza al final del día y cuando despierte, mañana.
- ¿Se han ido ya?-la seca voz de mi madre, proveniente de la sala. Camino hacia dicha habitación y me apoyo sobre el marco de la puerta, donde obtengo una perfecta vista de su cuerpo sobre el sofá en el que siempre vemos películas.
-Sí.
-Que vergüenza he de haber pasado, recuérdame organizar otra comida con los Styles otro día-a pesar de su enfermedad, ella sigue siendo la misma mujer hospitalaria y atenta de siempre. Una sonrisa cruza por mi cara cuando me escudriña en busca de una respuesta.
-Lo haré-la junta no será necesaria cuando se entere de todo lo ocurrido entre nosotros dos, pero no replico de todas formas. No tengo fuerzas para explicar cosas en un momento tan confuso.
Me veo caminando hacia el sofá cuando se incorpora y palpa un lugar a su lado. Prende la televisión y juntas, buscamos cualquier estúpido reality show que nos haga pasar el rato.
Aprovecho a buscar una manta durante los comerciales y nos tapó a ambas hasta la cintura. Es tan extraño estar teniendo un momento de viernes a la noche cuando apenas es sábado por la tarde, pero de todas formas, no le veo el defecto y a decir verdad, me encanta poder estar echada viendo televisión sin pensar en nada más. Ojala pudiera olvidarme de él también.
- ¡Kourtney es tan egoísta!-bufa cuando una de las hermanas Kardashian esconde su vestido para que Kim no pueda utilizarlo durante los Grammys. Siempre ha tenido esa exageración para la televisión, Beth cree que los personajes pueden escucharla- ¡Allí Kim, en el vestidor de Kendall!
Sus gritos literalmente logran aturdirme y tengo que llevar un dedo a cada oreja para atenuar los chillidos aunque sea un poco. Ella ríe al percatarse de mi reacción y dice algo, pero el alto volumen de la tele y mi audición perturbada la hacen ver como si estuviera moviendo los labios sin emitir sonido.
Mi madre sigue viendo animadamente la televisión, mientras que el sueño comienza a hacerse presente en mí; los ojos me pesan a cada segundo y el sofá se vuelve cada vez más cómodo bajo mi cuerpo. Tampoco es un secreto que Keeping up with the Kardashians me aburre hasta el punto de hacerme dormir.
Cubro todo mi cuerpo con la manta, únicamente dejando la cabeza excluida. No entiendo a esas personas que se tapan hasta la coronilla, ¿cómo demonios respiran?
Cambio de posición unas cuatro veces hasta sentir que los músculos se duermen y mis pensamientos se apagan.
El alarmante sonido de mi celular me despierta en seco; en un momento estaba soñando con jirafas que se lanzaban a una piscina en el medio del polo norte y al otro, estaba abriendo los ojos para volver a la aburrida realidad. Por un momento, me encuentro convencida de que se trata únicamente de la fatigosa alarma que olvide desactivar ayer, pero luego recuerdo que el ringtone de Uptown no puede significar más que una llamada entrante. A pesar de que me disgusta, tengo que quitarme la manta de encima para encontrar al condenado celular. Al final, lo localizo entre el respaldo del sofá y mi costado. Bajo los números de '17:33', leo el nombre de Louis en una llamada entrante. Gracias a Dios que mi madre ya no se encuentra junto a mí.
-Louis -digo, antes de cambiar el celular de mano y por lo tanto, de oreja-. Lo siento, estaba durmiendo.
-Oh, entonces soy yo el que debe disculparse-su voz tan suave como siempre. Oigo una risita casi inaudible.