Debo aclarar que el resto del día me dedique a dar vueltas por mi casa, pensando en el plan perfecto para sonsacarle toda la verdad a Harry, quien según un topo de instituto, si había sido suspendido de las clases todo el día y ademas, sus tutores habían sido notificados de la pelea y se le habían otorgado todos los gastos médicos de Kyle. Mi mas primeriza impresión era que Malboro enfermaria de ira al enterarse del comportamiento de su hijo, pero sobretodo al saber que debería pagar todas las lesiones de otro chico, causadas por su propia sangre. Ya podía imaginar los gritos al cielo de este y, me daba miedo pensar en las atrocidades que podía cometerle a Harry, bien puesto que el hombre parecía violento desde cualquier punto de vista.
Respecto a mis planes para asistir a la tan dichosa barbacoa que sería al día siguiente, no había podido acordar, -ni siquiera después de una larga siesta reflexiva- que estrategia obraría para no encontrarme con Malboro, a quien seguramente le disgustaba tanto como yo a él. Encontrarnos seria, ciertamente, catastrófico.
Ahora estoy tirada sobre el sofá de la sala, mientras Robbie trabaja desde hace horas en la mesa de la cocina con su laptop. Son las once y cuarenta y tres de la noche de un viernes y mi más osada experiencia hasta ahora ha sido encender la tele con un dedo del pie.
Estoy viendo una mosca que circula ruidosamente por encima de mí, cuando la puerta de la entrada se abre y Beth aparece en la sala cargada con su bolso de trabajo y dos bolsas plásticas adicionales de supermercado. La observo hasta que sus cansinos ojos se posan sobre los míos, revelando en una sola mirada cuan exhausta se siente.
-Hola hija. -dice mientras lleva la puerta. Se acerca al recibidor y deja desde su saco hasta el bolso de trabajo, pero lleva con si las otras bolsas. Después se acerca a mí y con una mano fría me acaricia la cabeza a modo de saludo- Lamento llegar tan tarde, pero el trabajo me tiene hasta por las espaldas. ¿Ya cenaron?
-Si. -respondo, incorporándome en el sofá. Enrolla un mechón de cabello rubio en su dedo y lo suelta-No sabía si volverías temprano así que Robbie encargo una pizza en Papa John's. Hay tres porciones para ti en el microondas.
-Oh, qué alivio no tener que cocinar; hoy estoy muy cansada-y dicho esto, se agacha para besar mi frente y se va para la cocina donde efectivamente se encontrara con Robbie.
Me recuesto nuevamente sobre el sofá, volviendo a mi solida rutina de observar a cualquier insecto volador merodeando sobre la sala. Una pequeña libélula comienza a zumbar sobre la repisa de portarretratos, después sobre la tele y al final se escapa por un resquicio de la inútil reja anti-mosquitos de una ventana.
Me imagino siendo esa libélula y volando fuera de esta casa. Lo primero que haría sería ir a la casa de todos mis enemigos para zumbarles en los oídos mientras duermen-gesto que yo odio de la mayoría de los insectos-. Después iría hasta Chaning Rodes donde reside Harry Styles y de alguna misteriosa forma robaría mi celular, a pesar de que pese más que mi propio cuerpo. Al final, volaría hasta Tijuana y me instalaría en un pantano lleno de lodo donde nadie pueda juzgarme por ser una libélula mugrienta.
Agradezco a la voz de mi madre, que logra al instante sacarme de mis retorcidos pensamientos; está charlando con Robbie en la cocina y a pesar de que intenten susurrar, es inevitable no escuchar.
-Sabes que me toma todo el día, Robo y no es que tenga opción-le dice en modo compasivo. Puedo imaginar su mano sobre su hombro.
Se oye un suspiro.
-Esto de las deudas y el Quick e-Market me está suturando la cabeza... lo siento. Sé que no tienes ninguna culpa y espero que sepas que hago todo lo posible para pagar las cosas, cariño.
Silencio.
No sé si es de los silencios de intercambios de miradas o de los silencios de beso apasionado en la cocina. En todo caso, opto por la segunda opción y las náuseas me invaden al instante.