#68

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—¿Pennsylvania? eso es imposible Styles, y lo sabes.

—Se que complicaría muchas cosas pero en verdad necesito regresar. Al menos unos meses—me froto las sientes con los dedos.

Este asunto me da dolor de cabeza; todo esto me hace querer renunciar al mundo del boxeo.

—Mira: los patrocinadores están aquí y no pueden transladarse contigo a donde te plazca, ¡tu debes seguirlos a ellos!—se incorpora del sofá que apenas compré hace unos meses, a demanda de Mara. De repente se encuentra frente a mi y esta mirandome seriamente a los ojos—. Harry, no podemos írnos.

—Wayne, mi padre pezco un cancer—finalmente admito. Todo este tiempo intente de persuadirlo sin tener que sacar a relucir el factor equis, pero él ha dejado claro que no aceptaría bajo ninguna circunstancia.

Sus ojos se abren como platos al instante en que termino de pronunciar la palabra clave: cancer. Aquello solo me causa mas ganas de llorar sobre su brazo como un huerfano, pero sorprendentemente me contengo.

—Bueno, eso es...—comienza a decir. Lleva su brazo por detrás de su nuca en un gesto avergonzado.

—Una mierda, lo sé—agito la cabeza hacia los costados—. Es por eso que no puedo dejarlo solo ahora.

Él parece meditarlo por unos eternos segundos en los que observo la aburrida decoración del departamento.

—¿Y que si tu carrera se arruina?

Me encojo de hombros.

—Solo quiero ir a verlo.

A pesar de que realizo aquel movimiento desinteresado con los hombros, no puedo negar que el hecho de terminar con mi carrera como boxeador me apena. En estos años he puesto sudor y sangre (si, sangre) para llegar a la nube en la que me encuentro y arruinarlo todo sería como volver al comienzo, donde la única persona presente para verme pelear era Malboro y no miles de aficionados que llevan mi cara en sus playeras.

—Iré a comunicarlo a Henry—coje su saco del sofá y pasa por mi lado para retirarse.

Mara no tarda en aparecer, con un pote de helado en una mano y una cuchara en la otra.

—¿Quieres?—extiende la cuchara con un gran trozo de helado de menta. Niego con la cabeza—. Todo se arreglará, ya verás.

—¿Que si todo acaba ahora, por regresar a Philadelfia? no se que haré de mi vida—me tiro del cabello, como la vieja costumbre que es.

—¿Estarías dispuesto a abandonar el Boxeo?

—No lo sé—¿no lo sé?—. Tal vez.

Ella no dice nada mas y yo me mantengo en mi lugar, pensando como lo vengo haciendo en todo el día. Ha sido solo ayer cuando cogí ese telefono y mi padre me dijo que estaba enfermo y creo, al menos yo, que sería desconsiderado si tardara mucho en tomar una decisión tan obvia.

Una decisión obvia...

DEBO regresar a Philadelfia.

Mara me observa al mismo tiempo en que yo lo hago, como si fuera un robot que repite mis movimientos.

—Vamos a volver a Philadelfia.


La puerta no tarda en abrirse y con ella, mis brazos en rodear su cuello. Es sorprendente lo que una persona puede envejecer en dos años y mas aún cuando sufre de cancer. Además de su desgarbada apariencia, siento en su abrazar una leve debilidad que parece balancearlo hacia el piso, como si mi agarre fuera lo único que puede mantenerlo en pie. Sin embargo, cuando lo libero de mis brazos se para firmemente y pasa por mi lado para saludar a mi novia.

—Mucho gusto, Maya—le dice, estrechando su mano. El anillo de bodas aún aprisionando su dedo anular.

—Es Mara, papá—lo corrijo, antes de que la otra pueda abrir la boca.

—El gusto es mio, señor—ella me fulmina con la mirada y después le sonríe a Malboro—. Dios lo acompañe.

Él no parece comprender aquel comentario inmediatamente hasta pasados unos segundos.

—Ah, gracias dulzura—asiente con la cabeza. Lleva sus manos a los bolsillos traseros de su pantalón—. Bueno, pasemos, pasemos que adentro esta mas cálido.

Esa es otra de las cosas que menos extrañaba de este lugar: hace frío hasta cuando la estación correspondiente es el verano.

Mi padre pone a calentar la pava sobre la cocina y se pone a buscar tazas en el aparador. Cuando su desnudo brazo se extiende en lo alto para alcanzar la manija de la puertita, localizo una mediana quemadura en su muñeca.

—¿De donde salio la quemadura?—pregunto, en mi mayor expresión de interés. Estoy haciendo esto por su enfermedad, de la cual hablaremos mas tarde.

—Ah—inspecciona su brazo rapidamente—. No es nada, solo estaba arreglando el coche.

—No deberías hacer eso.

—Harry, tengo cincuenta y cuatro años, no setenta—deja dos tazas sobre platitos frente a nosotros y después agrega un vaso de vidrio a un lugar vacio (supongo yo) que será para él—. La vida continua.

—Lo sé, lo sé—respondo y no digo nada mas. Mis ojos se dirigen hacia una Mara tímida, casi irreconocible, puesto que esta suele ser la persona mas extrovertida del mundo—. El abuelo de Mara fue un piloto de coches.

—¡Ja! ¿Lo fue?—se vuelve hacia esta, ahora su interés puesto en mi novia.

—Si, él gano algo en el setenta y seis o algo así—participa, moviendose con nerviosismo en la silla—. ¿Usted piloteo en carreras?

—No, no—suelta una risita por lo bajo—. Siempre me han gustado los autos pero lo mio fue el boxeo.

—Claro—asiente, como si hubiera reparado en algo—. Si usted es Malboro Styles...mi padre solía verlo por la televisión cuando peleaba.

La pava comienza a silbar y es el llamado para cortar la comunicación. Se me es llenada la taza de porcelana blanca con un líquido ambar. En eso, el celular de Mara comienza a sonar.

—Lo siento—dice y se levanta para retirarse de la cocina.

Mi padre termina de servirle su té.

—¿Cuando comenzo?

—¿Que cosa?—pregunta, como si no fuera obvio.

—Tu sabes, el cancer.

Suelta una risa que no termina de caerme bien.

—¿Cancer? pensé que me conocías hijo, ¡que ha sido una estrategia para hacerte venir!

—¿Que?—tengo que dejar la taza sobre la mesa para no atragantarme con el té—. ¿De que mierda estas hablando?

—¿No sentías mi tono de voz en el telefono? ¡Fue todo una farsa!

—Malboro, este no es tiempo para bromas. Sobretodo ahora, que he perdido una oportunidad enorme por venir a cuidarte.

—Skylar esta en la ciudad.

—¿Que?

—Skylar esta en la ciudad.

 

KeeperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora