Un lado de mi grita que cierre el pico inmediatamente, pero el otro me obliga a continuar. Odio a mi lado oscuro.
La cara de Malboro se torna escarlata y abre los ojos como platos. Mamá y papá me observan escandalizados y sé que tendré doble castigo más tarde. Pero no me importa, la Sky maniaca ha despertado.
-Skylar Jones, es suficiente. -farfulla mi padre entre dientes. Sonrío de forma amenazadora a Malboro, pero para mi sorpresa, su rostro se suaviza.
-No, ¡Esta bien Robert! -repone este con una sonrisa que no anticipa nada bueno. Se vuelve hacia mí-. De hecho, quería preguntarte porque dices eso, querida.
Bam, me dio en la daga. No puedo contestar, ¿Que podría decir? 'Si, es que me escondí en los vestuarios cuando le dijiste todas esas mierdas y si, también eres un idiota por buscar aquel ruido y no notar que había una escoba en el piso'.
Quizá la pregunta surgió porque sabe, de alguna manera que estuve escuchando algo.
Querida Sky, ¡¿Porque siempre estas metida en todos lados?!
-Solo... lo sé-respondo sin mirarle a los ojos. Tengo las palmas sudorosas y mis nervios disparan por todo mi estómago amenazando devolver los Mian.
De todas formas, devolverlos no sería tan malo si él estuviera cerca.
Sé que tengo que cortar la situación, justo cuando mis padres se tensan y me observan fijamente con los ojos en llamas. SI las miradas matasen...estaría polvorizada.
Reparo en el vaso lleno de jugo de mi padre, que descansa curiosamente cerca de Malboro.
-Oh, miren ¡Mi ave favorita! -grito.
Estiro un brazo simulando señalar exageradamente a un pájaro común que vuela por ahí y empujo 'accidentalmente' el vaso, generando que el contenido caiga sobre el regazo de Malboro. Este se para de un salto provocando que su silla caiga hacia atrás. Mis padres dan un respingo y Beth le extiende un repasador con una mano temblorosa.
-T-to-tome, por favor -balbucea. El otro le arranca el trapo de las manos y lo lleva a su pantalón blanco que ahora tiene una mancha enorme color naranja. Robbie me fulmina con la mirada-. Lo sentimos mucho, Marley. Skylar, lo siente mucho.
Mamá pone énfasis en mi nombre y sé que espera que ahora me disculpe.
-¿Porque? Si no lo siento- mis palabras huyen de mi boca.
Quiero golpearme la cabeza contra la mesa, una y otra vez. Me odio por ser tan impulsiva, pero no sé cómo demonios controlarlo, solo pienso y digo, pienso y digo.
Sí. Creo que iré de Margie el martes próximo para tratar estas estúpidas reacciones. 'Respira hondo y cuenta hasta diez' será su respuesta y entonces la voy a maldecir entre dientes.
Nuestro invitado le extiende la mano a mi padre de mala gana y se marcha.
Cuando la puerta de entrada se va cerrando, voy pensando en cómo se cierra mi libertad al mismo tiempo.
Al comienzo, ignoro los gritos que me persiguen hasta la cocina de mi casa; agudos y graves, con palabrotas y blasfemias, ahora sé que ambos se han decidido por gritarme y la cosa marchará peor. Saco una jarra de la nevera y preparo otro jugo de naranja, ya que el último termino en el pantalón del querido Marley.
-¡Nos avergonzaste y humillaste frente a un viejo amigo, Skylar Evelyn Jones!-siento a mis costados mientras exprimo una naranja, apretándola contra el exprimidor con toda mi fuerza. Estoy furiosa-. ¡Eres increíble, INCREÍBLE!
Esa es mamá y cuando su voz se eleva en la última palabra, sé que está por explotar. Robbie me observa fijamente por detrás de sus lentes llenos de aumento. Tiene los brazos firmemente cruzados sobre el pecho y la mandíbula apretada.
De esta no me libero.
-Déjame preguntarte algo, jovencita-dice papa, participando en esta guerra. Ojala este de mi bando-¿A dónde estabas tú antes de aparecer y arruinar el almuerzo con la única persona que podía ayudarnos a salir de las ruinas?-Ya lo sabes, estudiando Aritmética en la casa de Willow Marks-mantengo la vista fija en las naranjas. De otra forma, mis ojos mismos revelarían que todo se trata de una gran y gorda mentira.
Me freno al percatarme de sus palabras, '¿Sacarnos de las ruinas?'.
-Espera, espera- repongo con el ceño fruncido-. ¿Cómo que sacarnos de las ruinas? ¿De que estas hablando?
Hasta la ira de mi madre parece esfumarse por un momento; sus cejas se curvan hacia arriba y se apoya contra un taburete. Papá se rasca el cuello incómodamente y simula buscar algo en la nevera, dándonos la espalda. Pero no lo hace. Lo sé. Sé que evita mirarnos a los ojos tal y como yo lo hago cuando estoy en aprietos. Tal y como Dean lo hace cuando quiere llorar. Claro, si es que todavía puede hacerlo.
-Las compras no están bien en el Quick-e Market-dice con voz quebradiza.
El Quick-e Market es el mini mercado de la familia. Siempre funciono de maravilla.
-Los gastos ocasionados por Dean aquella noche... fueron grandes. Demasiado.
No hace falta que siga hablando. Comprendo.
Dean había roto una vidriera borracho, robado joyas borracho y escapado, borracho. Los gastos, desde el arreglo de la vidriera hasta el repuesto de las joyas, recayeron sobre papá, ya que el otro era menor de edad y claro, estaba desaparecido.
Su camiseta se ciñe perfectamente a su espalda y puedo notar como se tensa cada musculo de esta.
Hay silencio, silencio de los silencios que introducen a Beth a largar llanto y que impulsan a papá a vender por Amazon sus coleccionables de los Rolling Stones, solo para ganar algo de dinero extra.
De los silencios que me disecan los pulmones.
Me resulta increíble haber estado peleando hace dos segundos y que esto se haya convertido en aires de lamentos y recuerdos frustrados de mi hermano.
-Me voy a mi habitación-digo, para evitar este silencio innecesario-. Díganme que castigo me darán, pero rápido; no quiero quedarme a escuchar el llanto de Beth.
Mamá, que está al borde de las lágrimas tal y como lo predije, se sorba la nariz antes de mirarme y decir:
-Sin fiestas por dos meses.
Es irónico, ¡Si ya me había quitado las fiestas por el resto del año!
-Pero...-
-Ya vete.
No replico y subo a mi habitación. Me recuesto sobre la cama-que me trae vagos recuerdos de la situación de anoche- y solo miro al techo. Por un momento imagino que aquella cabeza contrastada por la luz de la luna me corta la visión hacia las perfectas estrellas y decido recostarme de lado, de modo que quedo observando por la ventana.
¿Porque todo me recuerda a aquel momento? Podría hasta sentarme en un sofá rojo y el color me recordaría a la sangre del tipo inconsciente, manchando todo el tapiz.
Llevo mis manos a los bolsillos traseros de mi pantalón; quiero contarles todo lo sucedido a mis nuevos amigos y para eso necesito mi teléfono.
Los bolsillos están vacíos. Me levanto de mala gana de la cama y busco mi campera, aquella que Harry me retiro contra mi voluntad, cuando me recostó sobre su cama.
El teléfono no está, pero si me encuentro con un pequeño papel plegado por la mitad.
No recuerdo haber metido ningún papel en esta chaqueta.
Lo abro, con el ceño exageradamente fruncido y leo:
'Olvidaste tu celular, ven a la barbacoa que organizaré el Sábado próximo en casa y lo podrás recuperar!! Besos y abrazos, Penny'.
