Capitulo #26

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No dudo ni un segundo en caminar hacia el gimnasio donde usualmente entrena, ya que tanta experiencia me acostumbro a encontrar a Harry entrenando allí a la hora del almuerzo. Ingreso por la desvencijada puerta y me dirijo al primer lugar donde lo conocí: las bolsas.

 Los músculos de su espalda se marcan por debajo de su piel y desde esta distancia puedo apreciar el enorme tatuaje de alas sobre sus omoplatos. Sus movimientos mientras golpea a ese saco resultan tales como los de un bailarín; los pies rebotan, como si el suelo hirviera y los brazos sincronizados para golpear, izquierda, derecha, izquierda, derecha.

 Mis mejillas se sonrojan momentáneamente al pensar en su cabello rizado, ahora empapado de agua y las clavículas marcadas, limpias de tatuajes. Mientras me voy acercando por sus espaldas, me tomo la libertad de apreciar cada movimiento que realiza y, cuando la visión y la distancia me lo permiten, observar a esas redondas gotas de sudor descender por todo su cuerpo. Todo en él es perfecto.

Solo hasta que recuerdo su supuesto historial de novias y esa imagen de Dios griego se elimina de mi cabeza, sustituyéndose por el deseo de comenzar esta conversación.

Cuando me encuentro a solo dos palmos de su contacto, la cercanía de mis ojos con su amplia espalda me permite localizar una descolorada pero bien alargada cicatriz que recorre su hombro derecho hasta una vértebra en la dorsal de su columna. La marca me recuerda a El Zorro, ya que es como si  estuviera rasgado por una espada. La incertidumbre es enorme y cuando menos me doy cuenta, estoy pasando un dedo sobre la cicatriz.

 Todos sus movimientos se detienen y hasta creo poder oír un suspiro por su parte. No es hasta que la bolsa colgante deja de moverse en absoluto cuando Harry se vuelve hacia mi completamente tranquilo, como si el solo contacto le hubiera hecho identificarme.

 — ¿Qué haces aquí?—su tono no es de fastidio sino más bien de curiosidad y... ¿tranquilidad? Me enfrento a sus demandantes ojos, con el sentimiento de debilidad a flor de piel.

 —Necesitaba verte—respondo, casi susurrando. Planto pequeños besos sobre su mejilla, sus comisuras y al final, llego a sus flácidos labios, que me corresponden con ganas.

 La verdad es que lo beso porque después de aclarar todo, no puedo corroborar que vuelva a besarlo otra vez, no si mis más temidos pensamientos son confirmados por el mismo.

Cuando sus fuertes manos se posan sorpresivamente sobre mis costados, una descarga eléctrica me recorre todo el cuerpo, llevándome al borde de la locura.

 Pero entonces recuerdo que no puedo o al menos, no por ahora.

 Me separo en seco de todo su contacto, acto que lo toma por  desprevenido; frunce el ceño claramente disgustado y en el aire puedo notar la tensión entre ambos.

 —Necesitaba verte... porque tengo que preguntarte algunas cosas.

 Es como si con esas simples palabras, Harry hubiera detectado mi suspicacia,  como si ya supiera que yo sé todo. Asiente resignado mientras comienza a quitarse las vendas llenas de magnesio de las muñecas. Tendré que limpiar mi camiseta después si no quiero que todo el instituto vea estas marcas de polvo blanco  sobre mi cintura. Le pido que por favor busquemos un lugar más...iluminado para charlar y sugerido por este, caminamos hasta el campus.

 Durante el trayecto por el pasillo tenemos la suerte de no toparnos con nadie, lo que atribuyo a que la hora del almuerzo no ha acabado. Me aseguro de ir a una distancia considerable de Harry por si las dudas aparezca alguien. Que nos vean juntos solo aumentaría las sospechas de relación. Salimos al desértico exterior del instituto, justo en el momento en que el celador pasa cargando una especie de manguera enorme frente a nosotros.

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