CAPÍTULO XLIII

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El chico del Deadly Fights.

MADDISON.

Han pasado cinco días desde que papá murió. Ayer fue su funeral y desde entonces lo único que hago es quedarme bajo mis sábanas. Mamá llevaba unos cuantos meses haciendo trámites para comprar una casa, ya que sentía que invadía el espacio de papá al quedarse con nosotros. Esa misma noche, la noche que me destruyó, me enteré de que ya habían podido comprar su casa y aquí estamos.

Mi rutina se ha convertido en nada más y nada menos que levantarme, rechazar la comida o de vez en cuando obligarme a comer y llorar por las noches. Mark viene cada que puede para acerme compañía, se siente bien estar con él, pero nada ni nadie opaca el dolor que está carcomiéndome.

Pierre vino hace unos días para ver como estaba y para llevarse el sobre con la carta; le pedí que me llevara con Jacob porque tenía que decirle muchas cosas a ese idiota, pero me comentó que había muerto. No quiso decirme como, puesto a que no soy capaz de procesar información justo ahora, pero dijo que hablaríamos de eso luego.

Las únicas buenas noticias que he recibido es que Kile conoció a una chica. Se está abriendo nuevamente, luego de lo que pasó con aquella chica que llevaba a sus hijos en su vientre. También me enteré de que al fin, Carter se está permitiendo demostrar lo que siente hacia Juliette y la verdad es que me alegro mucho por ellos.

Con los ojos hinchados y un punzante dolor en mis sienes, volteo hacia la puerta que se abre de espacio, dejándome ver a Tailer. Él también tiene los ojos igual o peores que yo y aún así no pierde la ternura que siempre ha tenido.

—Tu novio vino a verte.

Detrás de él puedo ver la silueta de Mark. Se hace a un lado para que el chico pueda entrar a mi nueva habitación y cierra la puerta con lentitud, dejándonos solos.

—Hola, cariñito —Mark me regala una de sus bellas sonrisas.

Con la poca fuerza que me queda, me lanzo contra él cuando se sienta en el borde de mi cama. Hundo mi cara entre su hombro y su cuello; una de sus manos acaricia mi cabello con lentitud mientras que mis lágrimas van saliendo sin control alguno. Luego de unos minutos me alza en sus brazos antes de colocarme en la cama y acostarse a mi lado.

—Madd, tienes que comer —rompe el silencio, colocándose de lado en la cama y apoyando su cabeza en la palma de su mano.

Mamá no deja de contarle si como, si no como, si me levanto o si voy al baño. Tiene un seguimiento de todo lo que hago y se lo comenta a Mark al pie de la letra. Ignoro lo que dijo enterrando mi cara en su pecho.

Nuevamente empieza a acariciar mi cabello y tal acción me recuerda a papá. Solía hacer eso cada que estaba triste. Mis ojos vuelven a cristalizarse, sin embargo, esta vez no dejo salir ninguna lágrima.

Mi mente ha sido mi mayor pesadilla estos últimos días. Cualquier cosa, un color, una acción, hasta un aroma hace que traiga de vuelta algún recuerdo con papá. Todos esos pensamientos dolorosos se ven interrumpidos por una pregunta que llevo maquinando desde aquella noche, pero que no me atrevo a formular.

Subo mi mirada hasta los ojos marrones de Mark que no dejan de verme con dulzura y la pregunta que intentaba retener sale de mis labios de forma casi mecánica.

—¿Tú sabías?

Maldigo internamente cuando el ceño de Mark se frunce.

—¿Saber qué?

Cierro los ojos por unos segundos, pensando en si sería buena idea decirlo, pero nuevamente, las palabras escapan de mis labios.

—Sobre lo que pasaría con mi padre —su ceño se frunce aún más.

MADDISON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora