Después de años de silencio y de esconderse del ojo público, la estrella pop Gigi Wilde decide salir a la luz a contar su verdad respecto a su fama y las relaciones que marcaron su vida, principalmente su relación con el hombre más famoso del mundo;...
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Pasaron los días, me llegó el pago de cada mes de la disquera, y yo me deprimí mucho al verlo, no había hecho nada más que cantar y practicar, bailar, tocar el piano, la guitarra eléctrica, mejorar, y me pagaban menos que lo que ganaba en el bar. A ese paso tendría que renunciar a mi sueño y volver al bar con la cola entre las patas.
El sueño no iba a ningún lado, yo estaba frustrada, nunca en mi puta vida me había sentido tan atada a algo, siempre era libre, siempre podía largarme, agarrar mis cosas por la noche, conducir el coche del abuelo y largarme a cumplir mi sueño. Ahora no había nada más que deudas, cuentas, alquiler, comida, gastos, y hambre.
Cumplí 18 años con a Alana, que me compró un pastel que sabía a cartón de lo barato que era, pero agradecí infinitamente el detalle, la abracé y le dije que no sabía cómo, pero me haría millonaria y todo se lo pagaría con creces. Saqué mi DNI real, y estuve tranquila acerca de todo, porque temía que algún día Owen se diese cuenta y me demandara por incumplimiento de contrato o algo peor al mentir sobre mi edad.
En la disquera, todo seguía prácticamente igual, frustración, fracaso, miseria, ¡El fin de los tiempos!, hasta que un buen día, mientras terminaba de practicar con mi maestro de canto, sentí que alguien me observaba, me giré, y me topé con Demian, sonriéndome.
Parecía mejor que antes, al menos no estaba tirado en el piso delirando y llamándome ángel de la guarda, y por mejor me refiero a que parecía aún más guapo que antes, tuve que pestañear varias veces para aclarar mis ojos, porque su belleza no era normal, tus ojos simplemente no se acostumbraban a ella, como si te cegara. Como si vieses al sol directamente.
—Hola, Ángel— dijo.
—Ya me voy, muy bien hecho, Gigi—soltó mi maestro, levantándose nervioso por la presencia de Demian y salió de la habitación.
—No me llames Ángel— solté recogiendo mis notas y mi libreta, sin mirarlo.
—He escuchado las canciones que grabaste— soltó y yo alcé la mirada, nerviosa y enfadada porque se las hubiesen enseñado así sin más—Son un desastre, me chirriaron los oídos, creo que hasta me sangraron, no me malentiendas, tienes una buena voz, una excelente voz, pero no creo que debas desperdiciarla al cantar canciones sin sustancia y frívolas.