Capítulo 24.- «Cardigan» Taylor Swift.

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 Amy, hablemos de Amy

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 Amy, hablemos de Amy. Mi Amelia. No, no esa Amelia ex esposa de Demian, sino mi propia Amelia; Amy tenía el cabello rubio, era un poco más alta que yo, delgada y muy bonita. No sé qué fijación tenía yo con los rubios; Owen era rubio, Emmett era rubio, Amy era rubia. Y de todos ellos a la única persona que quise de verdad fue a Amy.  

Tenía tres años más que yo, era hija de una familia adinerada de Nueva York, era muy pálida y delgada, incluso más que yo, tenía un porte elegante, sabía maquillar de todas maneras posibles, era muy amable, yo diría que demasiado incluso para su propio bien. No sabía cocinar absolutamente nada, amaba Harry Potter, le gustaba disfrazarse y maquillarse de forma aterradora por diversión. Y todo el mundo la amaba. 

—Soy Hufflepuff— confesó ella mientras veíamos las películas.

Nunca terminé de verlas con Demian, lo traicioné y las terminé de ver con Amy, que me acompañó durante la segunda mitad de la saga.

—Totalmente— me reí yo, mirándola.

—¿Cómo que totalmente? ¿Es tan obvio?— asentí divertida—Tú eres...

—Ni siquiera lo digas, es tan obvio que ni siquiera es necesario decirlo. Es como decir el color del cielo.

—Siempre es necesario decir el color de cielo, no siempre es azul, a veces es dorado, rosa, morado, negro, rojo, naranja. Y tú eres Slytherin.

—Odio serlo—admití—No hay nadie bueno ahí.

—Snape es bueno— dijo pero después dudó—Bueno, quizá era una mala persona, pero hizo acciones nobles por amor. Y eso lo hace bueno.

—No creo que actuar de buena forma por amor te convierta en una buena persona.

Estábamos en mi habitación de hotel, en Washington DC. Nunca había viajado a todos esos lugares, en cambio ella sí, así que en nuestros días o tiempo libre me daba un recorrido por muchas partes de las ciudades que visitamos, y era una gran guía turística porque no sabía de absolutamente nada y todo lo buscaba en Google, y lo leía mientras lo señalaba y yo me reía. En esa época no era tan famosa como para que los paparazzi me siguieran a todos lados, podía ser... de cierta forma, libre.

ESTÁBAMOS CONDENADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora