Capítulo 36.- «Sweetest Devotion» Adele.

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Escribí muchas canciones al lado de Demian en aquel verano, así nació mi cuarto álbum, y para mi gusto, uno de los mejores y más personales de todos mis álbumes, gracias a que tenía total libertad creativa en la disquera de Demian, en la que firmé...

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Escribí muchas canciones al lado de Demian en aquel verano, así nació mi cuarto álbum, y para mi gusto, uno de los mejores y más personales de todos mis álbumes, gracias a que tenía total libertad creativa en la disquera de Demian, en la que firmé prácticamente desde que llegó Dorian a Nueva York, que tenía mi contrato en aquel maletín elegante, y me aclaró punto por punto,  explicándome todo paso a paso, junto a Noah, mi manager, con profesionalismo y elegancia, en la biblioteca de la casa de Demian en la ciudad.

Ni siquiera tuvo que explicarme nada, confiaba tanto en él y en Demian, que quería firmar en ese mismo instante, algo sorprendida de eso, honestamente nunca fui tan confiada, pero sabía que ni Demian ni él me harían algo como Owen y su disquera, los dos eran demasiado honorables y buenos. 

Ahí se encontraba Demian, alegre, realmente alegre, de que firmase con su disquera, como lo habíamos planeado al principio. En el contrato tenía aquel sello y logo, el del rayo enredado en laureles, y sonreí, firmándolo de inmediato sin seguir escuchando a Dorian, que era un cerebrito y no cerraba la boca respecto a cada punto del contrato.

—¡Nooo!—gritó Dorian, deteniéndome—Aún faltaban más secciones, Gigi, ¿Cómo... cómo se te ocurre firmar un contrato que aún no has entendido del todo?—Noah me miró como si estuviese realmente loca.

—Confío en ti, y en Dem, además ya lo leí y todo parece ser perfecto—dije—¿Y la tinta para las huellas?—inquirí, Demian se carcajeó, tocándose la cara y Dorian cruzó los brazos.

—Pudiste haber firmado... no sé, la venta de tu alma al diablo, o de toda tu discografía—dijo Dorian—En serio, es muy peligroso.

—Demian, ¿Me harías eso?—le pregunté y él negó rápidamente con la cabeza para después tocarse el lugar donde tenía nuestro tatuaje, como una muestra de lo mucho que nos queríamos, yo le sonreí y toqué mi tatuaje para después soltar:—¿Y tú, Dorian? A ti no te pregunto nada, Noah, porque eres un puto Lennox—él bufó y yo me reí.

—No, por supuesto que no—entonces hundí mi pulgar en la tinta y lo sellé—Pero aún así..., las regalías, los derechos de tus próximos álbumes, el presupuesto, todo eso tenías que haberlo regateado o discutido en otras sesiones, esta sólo era la primer sesión, esto no es de un momento a otro, además, tenías que conseguir otro abogado para este tema en específico, porque yo no podría representar tus intereses, es conflicto de...

ESTÁBAMOS CONDENADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora