Capítulo 30.-«It's a Man's, Man's, Man's World» James Brown.

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Vivir con Demian por aquellas semanas fue lo más divertido del planeta

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Vivir con Demian por aquellas semanas fue lo más divertido del planeta. Despertaba con Aquiles lamiéndome la cara, lo odiaba, pero me reía igual. Demian o la gente del servicio preparaban el desayuno, y ambos desayunábamos mientras hablábamos de la vida en general, mis planes, sus planes, nunca del pasado, sólo el futuro. Y había esperanza en mi voz, lo podía notar, mientras que en la de él todo era... oscuro, como si de alguna forma presintiese que no tenía algún futuro diferente de su presente, como si sintiese que todo en su vida seguiría igual, como una especie de rutina infinita.

Lo quería mucho, aunque apenas lo conociera, aunque lo odiara un poco, aunque lo hubiese traicionado y vendido, sentía una enorme conexión con él, tan grande que podía sentirla en el pecho. 

Era como si una especie de hilo dorado me uniera a él a partir de nuestras muñecas, como si todo en mi vida señalase que lo correcto era estar con él, porque nada se sentía mal al estar a su lado.  Sentía que nuestras vidas estaban unidas de formas inexplicables, inefables, y que no podían ni serían separadas en ésta dimensión, realidad, o mundo, porque su vida había impactado de forma garrafal en la mía, y la mía en la suya. Estábamos unidos, por siempre.

No tengo palabras para las emociones que él me hacía sentir cada vez que me miraba a los ojos o se reía. No puedo explicar lo mucho que me gustaba, lo interesada que estaba en él. Yo parecía una niña, maleable, vulnerable, feliz con cualquier tipo de atención, y lo contrarrestaba fingiendo sentir una completa indiferencia por fuera, cuando por dentro era una masa dulce derritiéndose por todos lados. Me daba vergüenza lo mucho que me gustaba, lo mucho que me atraía. Era mi persona favorita en el mundo, y ni siquiera lo conocía tanto, pero algo en mi pecho me decía que sí que lo conocía, como si mi lazo con él me permitiera entrar en él y conocerlo tanto como me conocía a mí misma.

Un día le conté que quería comprarme una casa propia, mi primer casa propia, no las casas de verano o departamentos que eran míos por regalos de Owen. Quería algo propio. Él me dijo que tenía varias propiedades en el país y en otros países, y que la mayoría las había comprado gracias al consejo del padre de Brianna, pues era un magnate de los bienes raíces y constructoras, o sea, un experto.

ESTÁBAMOS CONDENADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora