Capítulo 35._ La Boda

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ACHIK :

—Esto es asqueroso.

Dijo Ricardo tragando el bocado de sopa. El joven de color deglutio con asco, mas finalmente respiro hondo tosiendo y comiendo. 

Achik suspiró apenada y deslizó en dirección al chico un trozo de pan duro que había recibido en el almuerzo; el cual sería siempre mejor que ese caldo negro y de sobras que habían preparado aquella mañana.

El joven africano escondió el mendrugo regresandole una sonrisa, ella asintió y prosiguio a servir tazones de sopas a los demas trabajadores.

Los ancianos lo bebieron sin pensárselo; los adultos, cansados, aguantaron y comieron el caldo de sobras.

Sobras era la palabra más gentil para calificar los almuerzos de los últimos días. Debido al gasto en los preparativos, las donaciones a la iglesia y la compra de los frios caprichos de Isabel, Ruben había apretado el cinturón sobre los gastos de la hacienda, siendo los esclavos a llevarse la peor parte.

Las esclavas recuperaban lo que podían de los avanzados alimentos para preparar lo que podían y no morir de inanición.

Para ella y Gabriela las cosas no eran mejores, aunque gracias a Sebastián había obtenido uno que otro bocado fresco.

—Esto esta sucio, negra inútil.

Grito Federica pateando a una esclava en la espalda tras encontrar una nube de polvo diminuta en los bordes de un anaquel, la chica asintió con pequeñas lágrimas y frego con fuerza. 

La anciana Rahma se encontraba en la cocina junto a Aziza fregando platos y algunos utensilios que serían usados en los siguientes días.

Dejo los tazones cerca de las esclavas y salió de la cocina llegando a la sala, donde Gabriela junto a otras cinco esclavas fregaban el tapete que adornaba el salón.

—Quiero verme reflejada.

La espalda de la mulata se contrajo y sus manos temblaron, Achik observo a Isabel caminar desafiante y burlesca hasta la doméstica, la cual mantubo su posición cuadrupeda fregando con el cepillo.

—¿Yo sere su futura ama, lo saben?—declamo la castaña esperando que Gabriela se alzara.

—Permitame limpiar sus pies, ama.

Dijo condescendiente la mulata pasando uno de los sucios trapos sobre los zapatos de la española, esta grito furiosa tratando de patearla, pero la mulata esquivo y clavando su vista en los ojos de la contraria la desafío.

—Esto lo sabrá Don Ruben.—chillo.

—No, mejor dicelo a pap...

—¡Callate! Me retiraré, bastarda insoportable.

Derrotada, Isabel se marcho furiosa; entendió perfectamente que Gabriela no perdía nada en revelar que el general era su papa, pero ella lo perdía todo.

Ya en la noche y tras comer lo poco que consiguieron, se retiraban, la mulata la retuvo.

—¿Sigues con ese juego peligroso?

—Yo no estoy jugando a nada.—respondió la indigena cepillando su cabello.

—Yo se como terminan estas cosas, por algo te conte mi historia.

—Lo nuestro va en serio, como a la noche le sigue el día.

—Suena romantio, pero igual de estupido como todas las cosas que dices.

—Gabriela, tu estas herida, pero no todos tenemos el mismo final. Porque sigues aquí, no has pensado en irte, marcharte lejos y comenzar de nuevo.

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora