capítulo 33._ A tu lado.

89 16 34
                                    

Sebastián :

-¿Tienes una explicación para esto, joven?

Pregunto el Virrey con un tono acusador, pero a la vez muy calmado y dulce.

El chico balbuceo y transpiro por cada poro de su cuerpo, las palabras se trabaron en su garganta y su mente sólo computaba frases estúpidas.

-Señor virrey.

Dijo Achik con tono calmado y levantándose del suelo, hizo una reverencia y suspiro mirando a los ojos al importante hombre.

-Creo que ni nosotros estamos seguros de lo que acabamos de hacer, pero si sabemos que esto ante los ojos de la sociedad está mal y pero aún, una figura tan grande como usted nos descubrió.

Esta más que claro que la última palabra en está historia la tiene usted, pero imagino que por algo ostenta su cargo y eso significa que es sabio y sabrá juzgarnos.

Respondió la indigena bajando su mirada. El virrey no supo que decir, y no por el beso entre los muchachos.

Sino, que una humilde joven, sirviente e indigena le hubiera dirigido la palabra directamente y usando un lenguaje que que sólo sus amigos más cercanos eran capaces de emular.

-¿Como te llamas?

Inquirio el virrey cambiándo el verso de la discusión.

-Mi nombre es Achik, carezco de un apellido señor.

-Tu modo de hablar, de comportarte.

-Fui educada por los jesuitas, antes que estos sean reconocidos ilegales por decreto de su majestad.

-Si, estuve presente cuando se firmó aquel decreto. Siganme por favor, hay mucho que deseo discutir.

Dijo el hombre dándoles la espalda, los chicos obedecieron en silencio.

Eduardo :

-¡Me las pagarás bastardo!

-El único que va a pagar será tu padre.

Respondio Jose a Roman, lamio su labio roto y del cual caía un hilo de sangre. Como siempre el encuentro entre ambos jóvenes termino en una batalla encarnizada.

-Sinceramente, no sé porqué te empeñas en provocarme, siempre serás menos que yo.

Dijo Jose a su enemigo marchándose, Roman arañó con rabia el suelo mirándo su ropa desgarrada y sucia.

La verdad era que Jose tranquilamente suprimiria el odio, rencor y malicias del primogénito de Gómez, pero era este último que lo toreaba hasta llegar al conflicto.

Por su parte Roman era del tipo que no podía olvidar, narcisista y egolatría, retenía que era el rubio quien tenía la culpa de su enemistad.

Roman se esforzó de sobremanera en entrenamientos y estudios desde que tubo uso de razon, ¡y para que!

Para que Jose lo igualará y superará en los combates, para que el hermano de este se hiciera de renombre entre los religiosos y ricos por su inteligencia.

No podía tolerarlo, ¿Qué clase de Dios injusto te da un padre asombroso y te concede la mitad de estos atributos?

Román muy en el fondo odiaba saber que era un cobarde, un ser humano que pese a su valor, no dudaría en correr y esconderse para vivir.

Horrible fue la humillación que le infligio Eduardo cuando cambió la situación de su pelotón y lo dejó en ridículo ante estos.

Peor aún, su propia madre prefería a su hermana y su papá lo forzaba a mejorar, mientras también mimaba a Isabel.

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora