Capitulo 5._ Domingo

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Aquella mañana puntualmente desperto al cantar del gallo, como ya le había sido dicho busco en el ropero su uniforme demorandose mucho en ponérselo. Aún así logro ponérselo y como pudo bajó preocupada por la hora, más hayo todo vacío sin ningún alma en esa casa, fue a la cocina encontrandolo abandonada, busco y busco sin encontrar a las otras.

Preocupada salió fuera siendo segada por el sol, una fresca ventisca matutina la envolvió-¿Qué pasó con todos?- Preocupada corrió lejos de allí en dirección a los campos de cultivo topándose finalmente con alguien a quien reconoció pero no recordó su nombre. De la vergüenza y como pudo saludo recibiendo un saludo de la contraria.

—¿Donde están todas?

—¡¿No lo sabes?!

—¿Qué cosa?

—Hoy es domingo, y como tal los domésticos y esclavos no trabajamos.

—¡Enserio!

—Afortunadamente si, ven conmigo. Te llevare con las demás y te presentare a otras personas, claro esta si no tienes planes.

—En lo absoluto.

—Pero antes sería mejor si te quitas el uniforme, ya que si lo dañas o manchas te saldrá caro o podrías perder tu trabajo.

—¿Me esperarías aquí?

—Claro.

Respondió la esclava, Achik corrio de vuelta a la villa, dejo de lado ese incomodo vestido sintiéndose libre con sus usuales hábitos, regreso de vuelta y junto a su nueva amiga se adentraron en lo profundo de la descomunal hacienda.

Sebastián:

Los cantos hacían eco en aquel lugar donde el aire estaba impregnado de insiencio, humedad y tierra. Gente en silencio ponía o por lo menos parecía poner atención más de la debido en las palabras del sacerdote, el cual se llenaba los labios predicando la palabra del gran creador.

Repetía versículos de un libro que Sebastián ya había leído y sabía de memoria, a su izquierda, su madre frotaba sus manos conforme el velo sobre sus cabellos cubrían parte de su cara y su padre concentraba sus orbes avellana en el sacerdote.

Miro fuzgazmente el entorno reconociéndo en las primeras bancas como siempre a las familias más adineradas de la ciudad, de las cuales sus padres eran amigos.

En aquéllos tiempos los más ricos, nobles o sacerdotes podían ocupar las primeras bancas de la iglesia, siendo los menos ricos a ocupar los últimos puestos y ya los pobres y miserables a encontrarse en pie cerca de la entrada, donde yacia la gran escultura de la virgen María.

—Y es por eso que nuestro señor murió por nosotros, para que todos fuéramos libres.

Sebastian solto un atisbo de carcajada el cual silenció subito, le parecía hipocrita que los otros dijeran que eran libres cuando ellos eran una colonia subyegados a un rey lejano y en que su vida vería, como podía decir siquiera ese sujeto que eran libres cuando la mayoría de ellos emanaban odio a los habitantes de esas tierras.

Los monaguillos empezaron entonces a recolectar la limosnas con sus ofrenderos, todos se apresuraron  a sacar sus monedas y arrojaban con fuerza en la bolsa haciéndolas resonar en un tentativo de jactar su generosidad y riqueza.

Obviamente su propio padre tambien, Ruben extrajo un saco de color marrón atado en la punta con una cuerda. Lo habría depositado así, pero el hombre hizo resonar moneda por moneda que donava en la iglesia remarcando su generosidad y dinero a los presentes y a Dios.

Sebastián lo miro contrariado, los minutos pasaron y el padre dio su bendición pudiendo por fin huir de aquel lugar.

Le parecía falso, pero no la fe. El creía en Dios pero no en la iglesia o en los curas...no en todos los curas, era amigo de algunos y los tenia en su más alta estima guardando algo de fe en los hombres de Dios, si fuera por el no iría a la misa los domingos, o entraría solo para rezar.

Pero la sociedad y propios padres lo forzaban a vestir bien e ir a la iglesia cada domingo quisiera o no, lo bueno es que ya había terminado por esa semana.

Caminaban los tres de regresó a su carruaje, pedía permiso a la gente fuera rica o pobre pasando a los lados de estos, más su padre avanzaba altaneramente sin pedir permiso empujando a quien estuviera en su rango seguido por su mujer.

Fuera de la hermosa iglesia los esperaba el carruaje al cual subieron, de regreso se deleitó con el panorama mientras sus padres charlaban de una celebración a la cual le importaba poco o nada asistir, por fin en casa la familia podía relajarse.

Al llegar a su hogar como se lo debían esperar y era de esperarselo por ley...la mansión estaba vacía sin nadie que los recibiera aquel día.

—¡¿Donde están los esclavos?!

Bramo el padre al ver el lugar vacío.

—Amado mio, es domingo. Y por decreto del rey y nuestro señor, esta permitido para esclavos y siervos descansar.

Le recordó la gallarda rubia, a lo cual el hombre pareció relajarse sin borrar su expresión de disgusto.

—Quizá por que su majestad el rey de España permitió a esos animales descansar.

—Porque todos merecemos un descanso padre, al menos un día a la semana les ayuda a los negros a entrar en fuerzas y soportar el duro trabajo.

-¿¡Cuál duró trabajo!? Negros vagos que no saben hacer bien nada; pero por lo visto ya ni eso y con lo que cuestan, sabes cuanto gasto en esclavos para que me vengas con esas ideas tontas Sebastian.

De cualquier forma vendrá una de esas negras y hara el almuerzo para mi, su amo.

La voz del hombre hizo eco en la sala vacia, subió las escaleras perdiéndose entre las gradas seguido por su esposa la cual miró algo molesta a su hijo por haber hecho enojar a su padre.

En ese momento de la puerta entró una esclava, saludo al joven muchacho y corrio a la cocina a preparar el almuerzo.

El castaño hayandose solo medito en como desperdiciaría su día, no habían muchas cosas que el, como un rico señor pudiera hacer además de estudiar o perder su tiempo en leer libros.

Algunos censurados por la lejana corte española, medito y decidió terminar su trabajó, era para la próxima semana pero entre antes terminara sus labores mejor.

Subió hasta sus aposentos entrando a su cuarto, cada mueble, sabana, accesorio y libro había sido importado de la lejana madre patria, tierra de sus padres.

Busco en su librería los textos que le servían, escritos en idiomas que no usaria nunca pero agradecía haber aprendido y setachaba su escritorio en busca de carta que no tenia frustrandose al saber que no portaria a termino su labor.

Dejo todo allí jalando sus castaños cabellos molesto, miro a través de la ventana proporcionada de vidrio divisando a la chica que decidió ayudar dos días atrás.

Vestia como aquel viernes, la cosa que más le llamo la atencion de esa muchacha eran esos ojos negros y profundos como la noche misma, todos aquellos que conocía portaban orbes claras e incluso en los esclavos  por más oscuros que fueran sus orbes no hayo ojos de aquel color azabache intenso como los de ella.

Al verla por las calles y suplicante de necesidad no pudo hacer menos que ofrecerle su ayuda, no porque sintiera algo por esta si no porque sabia lo difícil que era encajar en esa sociedad donde el mismo, aunque fuera blanco, ocupaba su peldaño pero era juzgado y para los otros no era su igual.

¿¡Pero porque!?

¿¡Pero porque!?

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CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora