Sin duda alguna, las coincidencias habían creado un vórtice de casualidades a su favor aquel día. Ahora solo esperaba que esa misma suerte la siguiera acompañándo.
La azabache con su boca desencajada por la gran sorpresa del momento, oteaba al muchacho acompañado por su asalariado, el cual quieto como una estatua esperaba que su joven patrón hiciera algo.
—Cierra la boca, las moscas entrarán para depositar sus huevos, entra.
Ella cerro sus labios arrastrando el desgastado saco, el peso de este se hizo notar y le costaba cargarlo. Con sus últimas fuerzas entro posicionándose cerca de Roberto.
Se maravilló al ver un serpenteado sendero de piedras bien posicionadas formando un agraciado camino, a los lados podían apreciarse hermosas flores blancas junto a rosas que desconocía.
Avanzo cohibida, admirando lo bien cuidado que estaba el jardín, achico su vista apreciando a la lejania varios hombres arando la tierra. Por la distancia no pudo distinguir nada más, para cuando quiso darse cuenta estaba delante del enorme pórtico de baldosas perladas.
—Puedes retirarte Roberto.
—Como usted ordene joven.
El castaño abrio la puerta del inmenso portón, al adentrarse los ojos de la india se maravillaron ante la hermosa vista que tenia delante.
Un enorme salón con muchos anaqueles y un gigantesco candelabro colgante del techo, artesanías de tierras europeas, vajillas de porcelana y cuadros con paisajes abstractos.
Era algo completamente nuevo, tanta opulencia solo podía imaginarsela o llegarla a soñar. Tal vez de ser codiciosa, habria sentido envidia o anhelado ello.
Había una enorme escalera en medio de la sala que conectaba a pisos superiores, una alfombra escarlata decoraba la leña del escalón.
Fue entonces que se escucharon fuertes pisadas provenientes de la escalinata, descendío una hermosa dama vestida con hábitos elegantes, exportados de alguna tienda francesa, de encajes y bordados finos.
Llevaba el cabello perfectamente peinado, reflejaba un porte de nobleza y bondad. A su lado encontraba un hombre de viril aspecto, de cuerpo fornido y atlético, no mostraba expresión alguna.
No se necesitaba ser un genio, ella entiendo que eran los señores de aquella hacienda, tras llegar frente a ellos pudo apreciarlos mejor.
La mujer no pasaba de los treinta y cinco, tenía una piel de porcelana blanca como una muñeca. Sus ojos de un hermoso azul marino, el todo acompañado por ese cabello rubio ceniza recogído en cebolla.
El hombre poseía una altura mediana, vestido impecablemente. Era de piel mediterránea, su cabello de un castaño apagado, de nariz danesa y ojos avellana escendidos.
—Bienvenido hijo mío ¿Porqué trajistes a está joven a nuestra casa?
Interroga la madre del joven.
—Ella esta en busca de empleo madre, se encuentra desamparada y necesita de la ayuda de dos buenos cristianos como ustedes.
—¿Y quién te dio el permiso de traerla a mi hogar?
Declamo el hombre mirando a la pequeña indigena, la cual se sentía estremecer no sabiendo el porque. Miro a Sebastián y prescintio que lo metería en problemas, fue tan gentil que no deseaba aquéllo.
—Muchas gracias por todo, si no requieren de una domestica, quito el disturbio. Gracias por todo.
Compuso ella pronto a irse, sin embargo Sebastián la detuvo. Se veía tan desesperada y perdida que movido por la compasión, decidió ayudarla a cualquier coste.
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CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)
Ficción histórica¿Como sobrevivir en una sociedad colonial mezquina y egoísta? ¿Que hacer cuándo eres parte del último peldaño en la jerarquía colonial? ¿Dónde esconderte cuando te juzgan por algo que los nobles tachan de errado? Achik deberá aprender a vivir en una...