capítulo 8._ En la ciudad

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La exquisita fragancia impregnada en su camisa arribó a sus fosas nasales seguido por el aroma de su loción usada para después de terminar de afeitarse.

De inmediato sintió esas miradas acusadoras, penetrantes y juzgadoras, ardían sus manos al contacto con el varón, admitía que sus palmas eran suaves como las almohadillas de un gato.

Claro referimiento a que no había trabajado un día de su vida, no fueron los murmullos o miradas a provocar que soltara las manos de su patrón, fue una rara incomodidad que sintió viajar por su espina dorsal llegando a su cerebro y provocando que diera un respingo violento hacia atrás deshaciendo el contacto.

-Muchas gracias.-

-No hay de que.-

Refirió el mirando en su entorno, sus ojos viajaban de un punto a otro setachando los negocios en busca de algo, empezó a moverse sin hablar clavando aún sus ojos en las insignias de las vías indolente a su entorno, le habría costado caro pero su acompañante pegaba un grito cuando estaba por tropezar o chocar con algo o alguien.

-¡Oh santo dios!-

-¿Que sucede señor?

-En primera; no logro encontrar el negocio de carta y en segunda; no me llames señor, eso resérvalo para mi padre y su desmisurado ego, te pido que me llames Sebastián cuando estes conmigo...¿Donde esta?-

Espetó el de ojos verdes cambiando su mirada de izquierda a derecha entre los negocios, panificios y herrerías.

-No quisiera equivocarme, pero ¿Es acaso ese el negoció que buscas?-

Señalo ella un local oscurado por cortinas azuladas y faltante de insignias. Sebastián corrió hasta el ingreso, observo por el vidrio poco antes de sonreírle apenadamente y asintiendo.

-No reconocí el negocio en estas condiciones.-

Refirió, y ella solamente asintió. Cada vez que hablaban ella urgia en levantar su cabeza como el requería bajarla, la diferencia de altura era algo poco más que colosal, Sebastián era un joven de cuerpo delgado mediamente ejercitado, poseía una altura promedió para el español; media un metro setenta y seis.

Hizo amago de seguirlo, entraron al rechinar fastidiosa de la puerta posando sus ojos en el vendedor.

-Buenos días joven Sebastián ¿Qué se le ofrece en este día?-

Saludo el hombre regordete de espeso bigote, cabellos castaños oscuros casi negraceos de espesas cejas y nariz puntiaguda de media estatura el cual sentaba detrás de una estantería donde yacían plumas diversas en colores y de aves, a sus espaldas papeles y tintas en recipientes enormes.

-Buenos días Jorge, termine el papel requiero urgentemente más para terminar las traducciones de los tomos que necesitan los padres, casi e concluido la traducción pero no puedo seguir adelante, la escadencia es dentro de una semana.-

-Entendi...¡Oh! ¿Quién es su...?

-Achik, es mi nueva domestica, se llama y asiste en mis compras. Requiero sesanta cartulinas, tres litros de tinta  y por a o b motivo seis plumas, ciertas ocasiones presiono con tanta fuerza que doblo su longitud.

-Podría usar los calamos.-

-Los detesto.-

-Enseguida joven, espereme mientras vuelvo por lo requerido.-

Refirió el hombre entrando detrás de las cortinas que simulaban una puerta u ocultaban ese lugar , Sebastián mantuvo inmobil esperando, la curiosidad de la india hizo presente, en las deterioradas paredes colgaban cuadros.

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora