Impuro 2

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Posiblemente para un niño de apenas 11 años, el apreciar un cadáver en putrefacción del cual salían y entraban las moscas a su placer podía ser mas que traumante, Sebastián asqueado undio sus labios dentro a su cavidad bucal y no contento aplastó su boca.

Su padre y hermano miraban de manera desinteresada aquel cuerpo putrefacto en medio a los campos, aquélla mañana su progenitor los llevó ambos a la Hacienda del general Gomez, lo tomo desprevenido el saber que el también asistiría.

Con emoción eligió su mejor ropa, unto la loción aromatica más llamativa y eligió sus zapatos nuevos que reservava para algo solemne. Finalmente lo llevaban con ellos, después de años de ser ignorado su papá lo tomaba en cuenta.

Termino de colocar su camisa, entonces como pudo apretó su pantalón pujando desesperado lo abrocho. Desde hace unos meses que sus vestes le apretaban y sus camisas rompían, no era culpa de las termitas, simplemente había crecido y esas ropas eran excesivamente viejas.

Gracias a su cuerpo enclenque y esnelo sus ropas aún entraban, pero cuanto aun podía aguantar. Todas las ropas que su padre ordenó de la peninsula se perdieron con la embarcación que náufrago, y era tanto el afán de su padre por exhibir ropas de la madre patria que se negaba a comprar trajes hechos por criollos o allí ensartados por sus convicciones, además que no iba a gastar un ligero número de pesetas por algo que nunca llegó.

Trepó al carruaje no sin antes saludar a su madre, durante el viaje sonreía deleitando con su entorno. Tras llegar salto apreciando la hacienda, que sin saberlo absorberia parte de su adolescencia.

Los recibió un hombre de color, cojo, que los porto ante su anfitrión, la expresión del niño cambió tras contemplar el cadáver a unos metros.

-Es el cadáver de un esclavo que se atrevió a intentar huir, hice que lo azotaran frente a todos mis esclavos hasta que murió desangrado, y lo coloque frente a los campos para que sepan el advertimiento, eso les enseñará a no atreverse a huir.-

-Hicisteis muy bien general Gomez, aprenderán cual es su lugar.-

Incito su hermano mayor juntando sus manos, los adultos asintieron ante el comportamiento del puberto.

-¡¿No sería ético enterrarlo?¡-

La mirada de todos cayo en el pequeño castaño, Eduardo se apresuró a golpear la cabeza de este fastidiado.

-Deja de decir sandeces.-

Replico su padre con ojos torbos, el niño sobo su cranio amenazando con llorar, sorbio sus fosas nasales regresando la mirada a los adultos.

-Solo preguntaba, incluso los animales merecen respeto. Según esta escrito en los libros del gran François Ch....-

-Quien te está enseñando esas estupideces, acaso sigues leyendo los libros de la biblioteca en la que te prohibi entrar ¡tu madre te dejo entrar de nuevo! Ella se atrevió a desobedecerme.-

Bramo su papá ganando la atención de esclavos y capataces.

-No, No, no... Me lo enseñó padre Lucio, el me está educando y ahora me está enseñándo algo de ética y filosofía.-

Respondió el niño agitando sus manos.

-Vaya, vaya Castellanos... Por lo visto te salió un hijo afrancesado, además de criollo, cobarde.-

-Como todos los de estas tierras.-

Pronunció su hermano, y todos rieron olvidando todo, callado, el niño avanzó siguiendo a los hombres no ignorando las miradas curiosas y cansadas de los varios esclavos que a su pesar trabajaban amargados.

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora