Capítulo 27._ Prospectivas

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Achik:

No era asco, tampoco sorpresa o miedo. Era algo similar a estas tres sensaciones mezcladas y revueltas.

El contacto con otros labios humanos era algo nuevo y desconocido que solo creyó experimentar el día en el que se comprometiera y un hombre la reclamara como su esposa.

Pero le parecía algo absurdo que algo tan importante y a la vez insignificante como un beso pudiera transmitir más emociones de las que las palabras o un roce de manos diera.

Ante ella Sebastián ostentaba arrepentimiento, curiosidad, miedo, pero a la vez una profunda efusividad.

La nativa no sabía cómo reaccionar, ¿qué devia hacer?

Darle una bofetada, gritar históricamente o quedarse a discutir sobre el arranque lujurioso del criollo.

Ella era lo suficientemente civilizada y abierta de mente para no caer en los paradigmas o dogmas de su sociedad.

Después de todo se sientio hermoso y no podía negar que su corazón galopaba cual caballo en guerra. Y el rubor en sus mejillas solo daba pie a su placer.

-¿A que viene ello?

Interrogo Achik al de ojos verdes. El joven tartamudeo y las palabras se enmarañaban tanto que no significaban nada.

Y se suponía que el hombre era el.

-Muchacha. Ya tengo lo que me dijistes.

-Lleveme a su cabaña.

El capataz había vuelto, ella lo dejo en paz y se reunió con Roberto. Pero Sebastián fue tras ellos curioso.

-Señor, yo...

-Ignora mi presencia, solo quiero estar aquí.

Dijo el chico y se recostó a un lado de la choza, Achik de soslayo lo veía sin ser obvia.

-Vera, la piel humana es muy delicada y si una herida no viene tratada puede infectarse y empeorar con el tiempo.

El cuerpo tiene defensas, pero estas no siempre pueden combatir elementos extraños.

El hombre asintió, aunque Achik apostaría su mano que el sujeto no le entendía. Pero el chico a su espalda parecía excitado ante la explicación y vocabulario de la joven.

-Esto nos lleva a su herida.-la joven señaló la pierna del sujeto que olía mal y de la cual resumaban uno que otro gusano.

Cualquiera vomitaria, pero ella había asistido a cosas peores y los olores no la dañaban.

Con cuidado y maestría tomo agua caliente de la olla y limpio allí donde se ponía negro. Achik supuso que lograría salvarle el pie ya que aún la gangrena no se presentaba.

A pesar que el hombre grito por el agua hirviendo en su piel, la chica lo convenció que no era nada a perder el pie.

Sucesivamente coloco sobre el pie aquel ungüento que ella destilaba de plantas y flores que en su tribu usaban para enfermedades, heridas o malestares.

Después vendo el pie del sujeto y le recomendó que cambiara la venda y limpiara con agua caliente la herida hasta que esta sanará.

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora