Capítulo 12._ La carta

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Achik :

Barrer, fregar, despolverar y atender era algo a lo cual tenia cierta familiaridad, su madre le habia enseñado y despues de su dolorosa partida quedo ella únicamente a sustentar las tareas del hogar.

Su cuerpo cargaba con la fatiga de los pesados días de trabajo, han transcurrido ya tres semanas desde su llegada a la hacienda. Afortunadamente para ella era nuevamente domingo, le urgia lavar sus vestes y sumergirse en el arroyo cercano a los cultivos, agua pura y cristalina que lavaria su cuerpo.

A las primeras luces del día salio de la grande villa, era aùn muy temprano tanto que se podía apreciar la oscuridad y luz de la madrugada. Con hábitos pulcros caminaba en dirección del arroyo, guiada por el instinto temerosa de perderse en aquel enorme lugar, paso a paso buscaba distrayendose con fuertes ronquidos provenientes de las chozas.

Al menos ahora podía guiarse mejor, recordaba que adelante a estas surgia el arroyo y así fue. Tras llegar a las aguas suspiro calmada, dulces recuerdos golpearon su mente dibujando una sonrisa en sus labios, no debía molestarse por buscar contenedores para recoger el agua, varios tinajos que los esclavos ocupaban para moverla en los puntos de los cultivos yacían a las faldas del agua.

Recogió un poco del vital liquido arrastrandola con dificultad a las orillas, en ciertas circunstancias habria imergido como dios la trajo al mundo en aquel arroyo pero por motivos obvios no lo practicaba teniendo que encontrar otras formas.

Era un pequeño fetiche de ella imergirse en los ríos, lagos u arroyos sin nada. Le encantaba esa sensación del agua envolviéndole cada poro de su ser, su cabello tornar pesado para finalmente lavar toda impueza, su padre y madre le regañaban este hecho pero más alla la entendían ya que incluso ellos antes de ser bautizados lo habían hecho.

Su idea era bañarse cuanto más cerca al arroyo pero algo detono en ella saltando a las aguas cual infante era, su cabeza sobre el agua marcaba emoción mientras que las aguas escondían su cuerpo, su largo y azabache cabello flotaba como serpientes, imergio cuanto pudo emergiendo en intervalos de tiempo, en cuanto el sol lo iluminó todo nuevamente entendió que era hora de irse, vistió mojando sus ropas tornando a la mansión.

Desde la distancia aprecio a Sebastian cavalgar en un recinto sobre un hermoso potro, su forma de cabalgar le recordo a su padre, esas maniobras y portes incitaron a que su corazon diera un vuelco extrañandole aquello.

-Buenos días.-

Oyo repentinamente a sus espaldas estremeciendose y arrojando una bofetada a quien la saludo repentinamente.

-¿Así es como los indios dan los buenos días?-

Interrogó el muchacho de piel negra fregando su cachete mientras Achik avergonzaba intento recordar su nombre.

-Lo siento tanto, Ricardo.-

Excuso ella bajando su mirada.

-Te perdono, pero no lo vuelvas hacerlo.-

-Es un reflejo.-

-¿Que haces aquí toda mojada y solitaria?-

-Ehhh, yo, yo, yo.

-No importa.-

Sonrio el muchacho, vamonos de aqui. No me gusta estar demasiado cerca de la villa, esos españoletes presumidos siempre estan mostrando sus riquezas, como los odio.

-¡¿Los odias?!-

-Como no odiar a gente egoísta como ellos, solo mira a ese pálido hombre cavalgar como si nada pasara en su entorno.-

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora