Impuro 3

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Su hermano se iba, en tan solo unos días Eduardo se marcharía por quizás cuantos años a la tan amada madre patria y no lo volvería a ver.

Cualquier otro debería estar devastado, triste o molesto por que un ser amado se marcharía, pero no en el caso del joven Sebastián.

El y su hermano eran como los escoceses y británicos, estaban juntos bajo un mismo techo, convivían y disimulaban buenas relaciones. Pero muy en el fondo se odiaban.

Su relación fraternal era por mucho la de dos amigos que nunca se veían, y cuando escucho que su padre tenía todo listo y que efectivamente viajaría en unos días, sintió la alegría más grande de su vida, incluso sus sueños eran un nirvana de alegría.

Eran las primeras horas de la mañana y el sol iniciaba alumbrar la tierra, Sebastián observó por su ventana aquel bellísimo espectáculo que daba la naturaleza.

Concluido aquello, vistió y sentó cerca del marco disfrutando de la lectura, padre Lucio después de innumerables súplicas habia accedido a prestarle uno de sus tantos libros prohibidos.

Ya dominaba el latín y en sus manos tenía un libro que hablaba sobre la biología humana, Sebastián estaba devorando los párrafos.

La puerta de su cuarto rechino y de esta ingreso su hermano, de soslayo observo al rubio regresando a su lectura.

-No es de soldados leer.

Bramo su hermano arrancandole de las manos el libro, la mirada fruncida del castaño recayó sobre su hermano.

-Devuelvemelo.

-Afeminado, no te basta con ser un criollo. Cuanto más piensas humillar a nuestros padres.

Sabes la vergüenza que sentimos cuando vamos juntos, para que ahora te señalen por ser un hombre de letras.

Soltó con la voz cargada de despreció y una pizca de burla, el solo estaba allí para humillarlo.

-Te irás mañana, ¿No?. Que te puede importar lo que pase conmigo o lo que piensen de mi, devuelvemelo.

Grito autoritario el chico de 14 años alzándose de la silla.

-No, y mira lo que hago con tu porquería.

Burlo el joven rubio de 16 años rompiendo el libro a la mitad.

-Desgraciado.

Refunfuño el de ojos verdes balanceándose sobre el mayor, por la inercia lo derribó. Pero fue empujado hacia atrás por una fuerte patada del mayor.

Acto seguido su hermano lo golpeaba de forma tosca y sin piedad, Sebastián estaba inmóvil y sin poder moverse tras el impacto.

Se había habituado al dolor del combate, en el último maldito año era obligado a ir cada mañana verso las 9 am a la casa del general Gomez y aprender algo que no deseaba.

El hombre no era del todo un buen maestro con el, le imponía duras pruebas y todo el tiempo le exigía capacidades que superaban sus límites.

Algunas cicatrices eran productos del entrenamiento y otras por los daños de las peleas, la única cosa buena es que eso mantenía contento a su padre y le permitía ir con padre Lucio.

Hizo un esfuerzo y concentrando fuerza en su puño golpeó la nariz de su hermano recuperando el libro antes que Eduardo pudiera hacerlo pedazos aún.

Se desespero al ver cómo las hojas caían de las portadas, algunas páginas estaban arrugadas y hechas pedazos. Solo pudo hacer lo que mejor sabía y hecho a llorar.

-Mujercita.

Le gritó el rubio, Sebastián ahogó un grito y saltó sobre su hermano mientras que improperios salían de sus labios. Por su parte el rubio solo río por el actuar violento del de ojos verdes.

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora