En el Bosque

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Cientos de frondosas árboles extendían por el desconfinado bosque, indios que escondidos con sus primitivas armas cazaban ocultandose en los arbusto esperando con paciencia el llegar de algún animal.

Mientras ellos cazaban, sus mujeres a los pies del rio lavaban las escasas prendas que usaban. Otras se ocupaban de su maternidad e hijos, algunas otras en el bosque recolectaban frutas o especias que molerian para usar y vender.

La comunidad indígena se regia por normas no tan primitivas y el jefe de la tribu con los años había modificado las leyes ancestrales de sus antenados, las tradiciones que poseían y aún conservaban las llevaban siempre en acto, no diferenciaban de las varias tribus presentes en los bosques con la única diferencia que todos por la buena habían aceptado el cristianismo acogiendo la ajena religión y venerando aquel Dios ya no desconocido gracias a los jesuitas.

Los jesuitas, una comunidad fundada en la lejana Roma en el año 1516 estaba compuesta por sacerdotes que deseaban imponer la fe del creador en manera absoluta sobre el mundo de forma casi pacifista, fueron financiados por varios reinos en los siglos, estos hombres de Dios arribaron en el nuevo mundo encontrando el apoyó del rey español.

Fueron ellos unos de los varios contactos que esta tribu encontró, su primer encuentro con el hombre español no fue de rosas portandolos a la batalla y al no ganar les toco huir sin oportunidad de preservar aquél poco que poseían, quedando caídos y prisioneros refloreciendo en una parte lejana del bosque.

Cuando volvieron hacer contacto con el hombre blanco, fueron temerosos y decididos a no dejarse dominar. Más la amabilidad, delicadez y compresión de estos religiosos los portó a confiar, no con todas las tribus obtenían el mismo resultado más esta recambio la amabilidad.

Uno de los más ancianos de este grupo, el fray mayor; un hombre cerca los 50 deseaba evangelizar todas esas paganas tribus, terminando así la crueldad con la cual los soldados del rey arrasabàn los campamentos indígenas al no convertirse por las buenas.

Fue amablemente recibido por el jefe, los problemas lingüísticos no fueron un problema. Mitad de ellos hablaba español y la otra mitad masticaba el idioma a excepción de los ancianos.

Los jesuitas no tenían oscuras  intenciones, pero su fanatismo arraigado era un problema. Enseñaron el simbolo de la cruz a los indios, ya visto en las ciudades y en la mayoría de las personas portandolo con ellos en sus blanquecinos cuellos.

Los indios tenían sus dioses, pero el venerarlos no les llevo resultados contra el egoismo del hombre blanco, los ancianos y líder creyeron que era tiempo de cambiar, creyeron que el alabar el mismo Dios serían dejados en paz.

No fue fácil pero lograron convencer a sus iguales el poder impartir su fe a los hombres, mujeres y niños. Tras largas discusiones la mayoría accedió por su voluntad a escuchar el evangelio de aquel desconocido Dios, escrito en las hojas del sagrado libro de cubierta negra donde databa remarcaba la palabra "Biblia".

-Y entonces el señor dijo; sea hecho la luz y luz fue. El señor creo el hombre y....-

Los frays leían en voz alta al circulo de indios allí reunidos, ellos no entendían del todo las palabras pero asimilaban las paráfrasis en poéticos y enigmáticos versos que despertaban un nuevo sentimento en ellos, meses y meses volaron como el aleteo de una mariposa.

Meses en los cuales niños, adultos e incluso ancianos aceptaron el bautismo absorbiendo la doctrina cristiana, hasta que un año y meses despues el jefe De la tribu, el gran Yaku bautizo su primogénito ante su gente dándo pie indiscutible a la ya evangelizada tribu, a los reproches de los frays los indígenas modificaron ligeramente su manera de vestir.

Los hombres reinventaron los taparrabos llevando algo semejante a pantalones cubriendo mas alla de sus muslos, las indias cubrieron sus pechos siempre desnudos con camisas o vendas endosando largas faldas o túnicas más recatadas, las fiestas en la cual veneraban al sol se sustituyeron con la pascua y navidad, en las chozas colgaban crucifijos tallados a manos o creados con pajas.

En los ríos, las madres acurrucaban sus crías a la par el fray bañaba su cabeza bautizando el bebe, otros cuantos asistían a los moribundos en sus últimas horas, a los más pequeños les fue impartida la catequesis, donde recitaban la oración universal.

No pudiendo visitar la iglesia, sea por la distancia, sea por el hecho que no serían bien recibidos en el templo de Dios por los caprichosos peninsulares. La tribu optó por la decisión de construir su propio templo a su nuevo Dios, más los costos serían ingentes para personas pobres que se sostenían de agricultura y caza como ellos.

Tomaron entonces la decisión de preparar un pequeño santuario, allí a la entrada del bosque poco a las afueras del campamento de su grupo, los hombres construyeron el enorme crucifijo con el mártir Jesus bajo la supervision de los frays, las mujeres decoraron cerca de la imagen de la virgen rosales de flores percinandose y en fin los jesuitas bendicieron el lugar impartiendo misa cada domingo.

La doctrina del bautismo fue implementada como fuese oxígeno, cabe destacar que los jóvenes de aquella tribu no pasaban de los 20 años y encontraban ya rodeados de varios niños, solo estaban unidos en compromiso sin haberse casado, cosa pecaminosa a los ojos de los frays que hacian de todos por convencerlos a unirse en matrimonio más muy pocos aceptaron la celebración.

Allí, a las rivas del río. A pocos pasos de las aguas los jóvenes padres acurrucaban a sus pequeños entretanto el fray bañaba sus frentes con la agua que lavaria sus pecados permitiéndoles entrar al reino del salvador.

En este ámbito una joven pareja avanzaba con su bebe en brazos camino al rio, el viejo Fray estaba ya preparado para bautizar al bebe en brazos de la joven madre, el cura recitó versos.

-¿Como decidieron llamar a....

-Es una niña.

Sonrió el escultural chico no mayor de 16 años abrazando a su amada conforme repaso la yema de su dedo en el cachete de su bebe.

-Si frailecito, deseo que nuestra pequeña entre en la gracia de Dios nuestro señor gozando de la paz eterna de la cual tanto hablan.

Sonrió la joven emulando con pausas el español casi perfecto, que pronunciaba con algo de fatiga.

-¿Como se llamara esta hermosa nena?

Pregunto de nuevo el fray mirando a la niña de ojos negros como la oscuridad más oculta.

-En principio pense en Maria, como la madre de nuestro salvador, pero mi amada Yaritza optó diferentemente, no desea un nombré español para nuestro bebé.

-No quiero ponerle el nombre de un invasor a mi bebe, ella entrará a los cielos cuando llegue su hora pero con un nombre indígena de nuestra tribu, ella se llamara Achik.

-Hermoso nombré, es decisión de vosotros el llamar como deseáis a vuestra hija. Me extraña, muchos de sus amigos eligieron nombres españoles y ustedes son los primeros en optar por un nombre indio ¿Hay algún motivó?

-Es el nombre de mi abuela, así como ella quiero que mi hija sea fuerte y bella, quiero que mi hija sea como ella, una mujer decidida y clara, acompañada por la gracia de Dios.

N.A:

Muchísimas gracias por los voto y comentarios, les doy las gracias y si en algo fallo porfavor haganmelo saber...Este capítulo habla de las orígenes de la protagonista explicando ciertas cosas en la historia principal, también otros personajes tendrán apartados así. Si les gusta la idea haganmelo saber, de otra forma lo resumiré al mínimo continuando con la trama presente sin saltar al pasado

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora