Capítulo 17._ Nadie más

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Eduardo :

Las doncellas que su padre tanto remarcaba eran en lo absoluto poco agraciadas y eso para ser gentiles, le transmitían desagrado y recelo. Las pocas chicas que le parecieron atractivas llevaban el crimen de la tierra.

Esas cinturas redondas y bustos enormes por la grasa le asqueaban hasta el punto de pensar que solo necesitaban una campana en sus cuellos, de facciones desalineadas no tenían mucho cuidado por su aspecto o cuidado personal.

El era un hombre habituado a los placeres de una noche, solo un momento de placer por unas horas y basta, concubinas francesas eran sus favoritas, en Africa su única razon de visita fueron las mujeres, en Italia su objetivo no era la peregrinación a la Basílica si no las troie.

Tan abituado estaba a las mujeres de curvas marcadas, cabellos claros y ojos como el cielo más brillante, de coquetería y fragancias afrodisíacas que parecía recelar de las llamadas buenas muchachas de clase y família.

Como hombre y soldado veía el matrimonio como una tradición de buena costumbre impuesta por la sociedad y la iglesia católica, a sus 20 años era aún demasiado joven.

La adrenalina en su cuerpo lo obligaba a querer explotar y vivir una vida de aventuras, hacer errores, cumplir proezas y vivir su vida antes de cumplir el pesado paso de unir su vida con otra persona.

Era contrario al 100 % a casarse, pero hasta los 25 años era obligado por la ley a obedecer a sus padres. Pero ganaba mucho en aquel matrimonio, una inmensa dote y gracias a su pureza de sangre y alto rango seria discutido entre los ricos como pretendiente de sus hijas. Sin embargo le gustaba pensar en el como un objeto, uno muy caro que solo los mejores podrían discutirlo .

-Por fin llegamos, la villa del general Gomez, hijo mio.-

Mencionó Ruben sacandolo de sus interrogatorios, de camino a la morada escrutaba el alrededor de la hacienda, llegó a la conclusión que su viejo maestro de armas había decaído económicamente.

El mal arreglo del jardín, la decadencia de las paredes y varias fisuras que se intentaban disimular eran la clara evidencia que algo no estaba bien en la economía del general, y el conocía bien aquel hombre.

Era alguien a quien no le importaba malgastar reales, pero ahora la vida le estaba pasando factura a sus costosos gustos. Diferente a su padre quién parecía llorar por cada centavo dado, si tenía que ser sincero era algo que detestaba de su progenitor, su excesiva avaricia.

-Bienvenidos señores.-

De la entrada emergió una adolescente de color, no mayor de los dieciséis llevaba un collar de bronce en su cuello de la cual caía una cadena, pese a su aspecto desaliñado resaltaba un buen cuerpo de largas piernas y adyacentes curvas.

Mientras que su padre llamaba "terribles gustos" a las escapadas de su amigo comprando esclavas sobresalientes en belleza y cuerpo por claras razones, el admiraba la facilidad con la cual podías hacer tuya a una mujer de por vida con pocas monedas.

Eduardo disfrutaba de la compañia de cualquier mujer sin importarle su etnia y raza, podría decirse que inclusive poseía un inmenso gusto por las mujeres de raza no caucasica, le encantaba observar en el coito como la piel oscura de su compañera rosaba la suya, produciendo un contraste entre su piel blanquecina.

Entraron a la morada, sin el despejar su mirada de las posaderas de la negra, le lanzaba miradas veloces para no dejarse descubrir por su padre. Sentados en la sala yacian los anfitriones, Gomez y su esposa esperandolos.

-Eduardo, eres un hombre muy guapo ahora.-

Sonrio la mujer saludando educadamente.

-Es un placer tornar a mirarte chico, me siento orgulloso que como mi ex alumno ahora seas un gran soldado. Como todo hombre has emprendido el camino del guerrero.-

CASTAS (NOVELA HISTÓRICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora