San Rafael, Argentina.Han pasado tres años desde que tuve en mis brazos por primera vez a mi razón de ser, de estar y de vivir convirtiéndome en una mujer capaz de enfrentarme a lo que sea con tal de tenerla sana y salva a mi lado. Se convirtió justo después de saber que la llevaba en el vientre en eso que creí necesitar para seguir viviendo, pero la verdad es que superó esa necesidad ya que si vivo es gracias a ella porque su llegada a mi vida fue una pelea a muerte con mi destino funesto para darme otra oportunidad en la vida oscura que me ha tocado vivir diseñando un destino dichoso con ella junto a mí.
Los meses que viví siendo una criminal me sirvieron para darme cuenta cómo funcionan las cosas, lo que pasa por las mentes criminales y como las traiciones vienen de quien menos uno espera llevándome a desconfiar de todos a mí alrededor para mantener a mi hija protegida.
Crecí siendo Eleora Martinelli, me tatué ese apellido en mi memoria como si fuera una medalla de honor cargarlo sin saber que ese apellido no es más que sinónimo de destrucción y maldad, pero nunca es tarde para dar de bruces con la verdad, una verdad que desató en mi interior las ganas de cortar el cuello de ese ser despreciable que por tanto tiempo llamé papá.
Tengo a Mikaela sobre mi mientras le cuento por tercera vez en la noche la misma historia que le he contado siempre sin saber por qué le gusta tanto.
— ¿Me la cuentas de nuevo? — pregunta.
Deja su mirada fría sobre desnudándome hasta el alma por esos ojos a los que no les encuentro una explicación lógica para que lleven ese color tan peculiar.
— ¿Por qué te gusta tanto esa historia? — acaricio su cabello.
Mikaela tiene tres años y tiene el cabello bastante largo y abundante, casi no puedo sujetárselo por que las bandas elásticas se rompen por eso siempre anda con el cabello al aire batallando cada vez que se mueve.
—Porque entiendo al rey oscuro — trago seco.
— ¿Como que lo entiendes? — pregunto.
—Él le dio todo a su reina, pero ella nunca le dio nada a él — se remueve sobre mi vientre.
— ¿Cómo llegaste a esa conclusión? — busco su mirada— ¿Cómo determinaste eso?
—Ay Eleora que tonta eres — esconde su rostro en la almohada.
—Déjame ver tu cara — intento quitársela, pero la sostiene con fuerza—. Mírame — le pido.
La mueve un poco dejando solo sus ojos a la vista.
—Él solo quería tres cosas y su reina no se las dio— tira la almohada y se pone seria.
Se sienta intentando apartar los mechones de cabello negro que se le pegan en la frente.
— ¿Cuáles son esas tres cosas? — imito su postura— dime cuales son — entro sus mechones por las orejas.
—El rey oscuro solo quería que lo mimaran — cuanta con sus dedos—, que lo cuidaran — sonríe cosa que hace pocas veces conmigo— y que lo mantuvieran saciado — toso por esa última parte.
Recuerdos del pasado llegan a mi memoria cuando escucho el juicio que ha hecho mi hija.
— ¿Como que saciado, cariño? — intento no reflejar incomodidad.
—Ya sabes saciado de cariño y de amor — se levanta—. Tanto tiempo contándome la misma historia y aún no conoces la manera de pensar del rey — explica —. Quiero pensar que te haces la tonta y no que lo eres — sale corriendo.
Su manera de hablar es como si fuera una persona de más edad y aunque sé que esa manera la ha adquirido por las personas que tiene a su alrededor me hace cuestionar que tan sabia es.
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EUFORIA
AzioneLibro 2. Sensaciones que hieren. Dicen que donde hubo fuego cenizas quedan, pero para Eleora y Mihail este dicho no se aplica, ya que en ellos sigue estando viva la llama que durante meses los quemó. El regreso de esa mujer que pone a temblar a tod...