CAPÍTULO CATORCE- REGRESIÓN

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Mihail

Desde que era un niño siempre admiré la manera en la que trabajaba mi padre, dividiéndose entre el bien y el mal siendo un general del ejército ruso y el líder de la Bratva a la vez. Esa manera de ser tan cauteloso, educado, imponente y a la vez tan temido me ha hecho desear ser como él porque solo un gran padre despierta en sus hijos el deseo de ser como él. Siendo tanto en la milicia como en la Bratva grandioso porque solo a una persona como él le podían surgir tantas ideas grandiosas viéndose indestructible e incomparable.

Marcaba en el Gulag a criminales con tatuajes de acuerdo a sus crímenes y condenas para al final darles las vías de escape para que trabajarán para él en el mundo criminal como también usaba sus conexiones dentro de las fuerzas armadas para hacer con Rusia lo que le placía, usando los mismos aviones militares para el tráfico de armas y sobre todo mostrar su rostro al mundo como un condecorado hombre íntegro, honesto y sin tachadura con grandes pozos petrolíferos en todo el mundo siendo un empresario de renombre en el mundo empresarial cuando al final ha sido el líder más sangriento de todos los líderes que ha tenido esta organización hasta ahora.

Saber que me entregará su puesto, que deslizará en mi dedo el anillo rojo de la Svyashchennyy Bratva y que tatuaré en mis hombros los símbolos de autoridad de la organización que me ha visto crecer gracias a que acabo de colgar en la habitación de reconocimientos e insignias familiares mi primer diploma universitario que me hace un ingeniero físico y químico me han llevado de fiesta con mis amigos los irlandeses Arthur y Bern Kavanagh por todo su país para disfrutar mis últimos días de ser el hijo sucesor del gran Luka Levilovich Mikhailov para convertirme por fin en el líder de la Bratva más grande e indestructible superando a mi padre porque no solo seré el mejor dentro de la organización sino de todos los grupos criminales que hayan de existir porque aunque detesto esta vida al final para esto nací.

Soy Mihail Lukalovich Mikhailov, tengo diecinueve años de edad y estoy a punto de convertirme en el hombre más temido dentro de los grupos criminales superando a quienes tienen más tiempo liderando sus clanes, más años de experiencia y más años de edad porque esta vez renovaré todo un sistema creado hace años con reglas estúpidas, obsoletas y cargadas de temor para los subordinados cuando al final en este mundo se sabe que quien entra solo sale muerto y que al rey se le debe tener respeto aunque no hayan reglas de por medio convirtiéndome en quien todos quieren ser.

Los irlandeses han sido mi vía de escape desde lo sucedido con Irina por qué a pesar de que ya pasaron tres meses de ese suceso aún sus gritos los escucho en mis oídos cuando arrancaba de su vientre con mis propias manos a nuestro hijo que por el maldito demonio que llevo en mi sangre no podía llegar a este mundo además de que solo existe una persona en el mundo con la que desearía tener hijos si de poderlos tener se tratara, pero agradezco que Siobhan la menor de los Kavanagh me hiciera la invitación a Irlanda para sacarme del ruido de Rusia con los Kovkov exigiendo explicaciones de la ruptura del compromiso con su hija.

Hemos pasado todo el fin de semana de fiesta entre los casinos que tienen los gemelos en la ciudad donde me estoy empapando bien de ese mundo porque ya tengo el diseño de un gran casino que pienso poner en Las Vegas superando a todos los que hay alrededor del mundo vanagloriando el signo zodiacal entregado por los astros el día que nací, pero al parecer le echaron algo a mi bebida sabiendo que yo y las drogas no nos llevamos muy bien como tampoco bebo más de la cuenta porque aunque no conocen la verdadera razón de mis límites saben que soy un controlador compulsivo que no me gusta estar bajo el efecto de ninguna droga para pensar con claridad y tener el control de mis demonios que me incitan a matar por diversión con el rompecabezas y el camaleón.

Miro a la mujer que está frente a mi mirándome entre maravillada y asustada mientras sostengo su mano con fuerza sin saber por qué tiene la osadía de tocar a un hombre como yo de esa manera tan indecorosa como si tuviera algún vínculo conmigo.

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