CAPÍTULO NUEVE - AUGURIO

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Eleora

De todos los años de vida que tengo solo me siento orgullosa de los últimos tres que he vivido a pesar de que los demás me sirvieron para ser quien soy hoy. Vivir en una mentira fue doloroso para mí, pero no tanto como en la encrucijada con la que vivo a diario debatiéndome entre lo correcto y lo que realmente debo hacer.

Peleo una guerra día a día en mi mente intentando conseguir mantener el control en las situaciones que se me presentan siempre y no es solo mantenerme fuerte mentalmente sino también físicamente porque los ejercicios mentales con Wen me funcionan, pero el ejercicio físico es lo único que me mantiene cuerda.

Mikaela es mi dosis de tranquilidad y de paz, por más que intento tener una sobredosis de ese narcótico que me da no lo consigo porque Mihail me da a diario dosis de enojo, incertidumbre por no saber que pasa por su cabeza porque me trató como basura hace dos semanas, se la pasa con una mirada que me intriga bastante y agregándole que desde que escuchó de la boca de Brooke que Henry venía a visitarme me empuja con su hombro cada vez que pasa por mi lado.

Llevo a los gemelos en cada brazo evitando el contacto visual con los rusos porque decir que sus miradas no tienen efecto en mí es una mentira. Sus miradas llenas de libídine, tentación y pecado incitándome a pecar me recorren el cuerpo, respiro profundo y continuo mi paso hasta llegar al avión.

Tomo asiento en el sillón con Lucas en mi hombro y con Olivia en mis piernas, nunca los había cargado y tenerlos a ambos en brazos me llena de felicidad. Me levanto con ellos después de una hora de vuelo encerrándome en la recámara y esta vez colocando el seguro para evitar imprevistos como aquella vez. Cambio sus pañales, sus atuendos de la pañalera que me entregó Brooke y le preparo sus mamilas.

Sonrío al ver lo diferentes que son a pesar de ser gemelos; Lucas tiene el cabello castaño y los ojos marrones cómo su madre mientras que Olivia tiene el cabello negro y los ojos más oscuros que los de Andrei luciendo un azul grisáceo sorprendente. Me deleito con ellos por la imagen que me brindan cuando se toman de la mano y se miran entre ellos mientras sostengo los biberones.

Terminan y los dejo en mis hombros tocando sus espalditas para que hagan digestión sin problemas, los dejo sobre la cama mientras me acuesto a su lado alternando el movimiento de sus traseros con mi mano, mis ojos se cierran y solo me quedo ahí disfrutando de lo calientitos que son y añorando volver a tener a Mikaela con ese tamaño o a otro hijo en mis brazos.

Los toques en la puerta me hacen abrir los ojos que llevaba cerrados intentado escuchar algo más que sus respiraciones, son tan tranquilos que pensé que estaban durmiendo, pero solo están jugando con sus manitas.

—Eleora — rodeo los ojos por escucharlo al otro lado.

Me quedo quieta y vuelvo a cerrar los ojos porque no me interesa tener una charla con él por qué no estoy molesta por qué me llamara puta sino por decirme que soy tan puta que nunca me vería como la madre de sus hijos y mucho menos me llevaría al altar porque una mujer como yo solo es buena para llevarla a la cama.

—Eleora— abro los ojos cuando siento su respiración en mis mejillas—. Si siente que esta cama es más cómoda que la que tiene en la casa pido que se la muevan, pero hace veinte minutos que llegamos — sonríe.

Me quedo prendida de su rostro por verse tan apuesto sin barba porque si era hermoso con barba ahora sin rastro de ella es un dios del Olimpo llamándome a pecar cuando tengo su sonrisa ladeada, sus hoyuelos en cada mejilla, comillas en las comisuras de sus labios y ese lunar entre su boca y nariz que tanto me gusta.

—Bajo ahora — afirmo esquivando su mirada.

— ¿Necesita ayuda? — cuestiona levantando una de sus cejas.

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