CAPÍTULO ONCE- PREMONICIÓN

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Eleora

Es realmente cruel destruir la vida de una persona cuando esa persona no te ha hecho nada malo porque de ser una venganza, una defensa o una acción en medio de una persecución la destrucción tendría justificación. Escuchar de la boca de esa mujer los planes de Damon conmigo me hizo preguntarme cual es la voluntad de Dios conmigo, que es lo que quiere que haga y cómo puedo alejarme del mundo criminal cuando cada vez que doy diez pasos hacia adelante en busca de libertad me hace retroceder veinte.

Siendo Damon desde mi infancia mi verdugo, mi victimario y la persona que con cada cosa que hace me destruye tirándome al abismo soy incapaz de pensar con claridad cuando en una misma oración está el nombre de mi hija y su nombre porque con el solo hecho de sopesar la idea de estar casada con ese hombre que me llevó a convertirme en una criminal me quiebro en miles de fragmentos volviéndome nada en el universo por pensar que haré esto para mantener a mi pequeña alejada de su mal.

Escuchar las dos opciones que les dio a sus hombres me hizo hervir la sangre, repudiarlo con todo mi ser y tragarme todo lo que me rige para darle lo que quiere.

Esas opciones sé que para sus hombres son un comodín donde Damon deja mi vida y la de mi hija en manos de esos mercenarios para que me lleven a sus pies ya sea atrapándome a mi o llevándose mi hija con ellos para obligarme a casarme con ese enfermo para mantenerla con vida y yo por ella me vendo hasta al mismo demonio para mantenerla a mi lado, aunque eso me convierta en un ser frívolo, iracundo e inhumano.

Los últimos eventos con Mihail me han puesto a pender de un hilo donde si dejo que me acaricie, me bese y me diga palabras en ruso al oído caeré rendida nuevamente en su cuerpo pero no quiero, no merezco un amor basado en horas de placer y no en horas de alegría y aunque disfrutar de las atracciones de México nos hizo fortalecer ese lazo de la complicidad que me pidió forjar con él y que ahora esté en esta encrucijada solo me pone más inestablemente emocionalmente de lo que ya estaba sin saber cómo proceder.

No es solo Mikaela mi preocupación sino también que Mihail se entere que ella es la niña que piensa que es un niño que lo tengo escondido en otro lado y aunque me dijo que se rendía en hacerle daño no puedo por nada en el mundo dejar que se entere de la verdad porque él es tan cambiante que no sé qué le haría si sabe que es su hija.

Verlo con ella me da un regocijo exuberante, ver esa química, esa conexión y esa manera de llevarse tan compenetrados me hace desear que sepa que es su hija y juntos, aunque no tengamos nada pelear contra Damon para mantenerla sana y salva, pero prefiero llevarme ese secreto a la tumba y que siga disfrutando de ella por la complicidad que tiene y no arriesgarme a que la arranque de mis brazos quitándome lo que me tiene sujeta a la vida.

Pero ahora mismo no sé qué pensar, no sé qué hacer y mucho menos sé que es lo más razonable porque tratándose de otra persona hace tiempo que hubiera ideado un plan, pero se trata de mi hija, se trata de ese ser maravilloso que llegó a mi vida para completar los pedazos rotos que vagaban en mi interior y no quiero idear algo que en vez de ponerla fuera de peligro la hunda más.

—Debo irme Lenin— mascullo cuando se me acerca.

—Tenemos que hablar esto con calma, Eleora— me toma de los hombros—. No sé qué te tiene en este estado, pero no puedes pensar con la cabeza caliente— lo miro.

Las lágrimas que abundan en mis ojos caen por primera vez en la madrugada, son gotas grandes y fuertes que con cada una de ellas me acuerdo de todo lo que he vivido solo para tener a Mikaela con vida.

Primero irme del lado de su padre, esconderme en Florencia, escapar de Damon, soportar los ataques asmáticos cuando está en temperaturas bajas y ahora vivir cada día con el miedo de que Mihail se entere de su relación con ella como están enterados todos los Mikhailov llevándome a no desearle esta vida a nadie ni a mi peor enemigo porque a ese le deseo la muerte.

EUFORIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora