CAPÍTULO TREINTA Y TRES- JAURÍA III

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Mihail

Desde el origen de la humanidad se ha concebido el poder que posee el hombre sobre todo lo que habita a su alrededor teniendo esta concepción inicio en la teoría de la creación que se encuentra plasmada y fundamentada en la Biblia donde se nos muestra como nuestra supremacía mayor llamado Dios le dio autoridad al primer hombre «Adán» creado a su imagen y semejanza para darle nombre a cada una de las especies que compartían con él en el paraíso del Edén incluyendo en esa autoridad desmedida la dominación de su igual «Eva» sacada de sus costillas.

Ese fue el primer escenario que nos ejemplifica la soberanía de una manera genuina entre las dos perspectivas que desde ese momento hasta el final de los tiempos todos en algún momento de nuestra existencia seremos participes ya sea viviendo en los escenarios que optemos vivir como seres dominantes o por quedarnos sujetos a los peores escenarios de sumisión porque la hegemonía es una de esas cualidades que viene integrada a nuestra entidad racional permitiéndonos tener total dominio de cada uno de los aspectos de nuestras vidas si decidimos tomar el mando de ellas o tener total acatamiento de órdenes para direccionar nuestras vidas dejándole esa potestad a alguien más.

Son muchas las personas que se consideran imperiosos por el simple hecho de cargar un apellido destacado, un trabajo poderoso o una identidad caracterizada por el dominio de sus perversiones convirtiéndolos en los seres que hacen avasallar a un grupo estrictamente por conveniencia personal, profesional y placentera.

Puedo decir que no pertenezco a ninguno de esos grupos a pesar de que mi vida abarca esas tres grandes influencias teniendo un apellido eminente, unas profesiones prestigiosas y una individualidad tiránica en las que la dominación se efectúa frecuentemente de manera muy directa en cada uno de esos ambientes ya que considero que la única opresión que hace a una persona poderosa es la conquista, dominación y dependencia de su propia mente.

Poder someter esa parte intangible de mi ser me ha mantenido por años en la más extraordinaria posición en lo íntimo, versado y solaz porque solo lo que ocurre en la mente es lo que tiene verdadera superioridad en toda nuestra entidad como ser humano haciéndonos esclavos de nosotros mismos por convertirnos en nuestros propios verdugos de no controlarla como también en nuestros propios libertadores de gobernarla.

Es por esto que vivo mi vida con esa libertad casi perturbadora a la que nadie le encuentra sentido por no lograr entender mi manera de proceder siendo una persona imperiosa por naturaleza porque no pierdo mi tiempo en querer demostrar mi poder señoreando a mis allegados, humillando a mis subordinados y doblegando a mis hedonismos porque todo mi tiempo lo dedico en someterme y denominarme a mis propios pensamientos siendo esclavo de mis falsedades, pero soberano de mis verdades.

He escuchado siempre los juicios del consejo de la Bratva hacia mi persona por dejar que los que están por debajo de mi hagan lo que les da la gana con sus vidas siempre y cuando cumplan con sus obligaciones dentro de la organización porque no le encuentro sentido a qué si Bratva significa hermandad convertir esa organización en una prisión sin cadenas dónde sus miembros permanezcan timados por su líder cuando para mí ese significado simboliza lealtad, obediencia y respeto, aunque a pesar de que ellos son beneficiados con esas permisiones siguen juzgando mi posición porque he sido el único capaz de transgredir estatutos, desobedecer leyes y quebrantar reglas creadas con el fin de mantener a un líder enaltecido por el miedo de sus súbditos y no por el respeto que este logre desarrollar en ellos.

Es por esto que no me empeño en demostrar mi autoridad contantemente porque no me es necesario a pesar de que en ocasiones tenga que hacer uso de ella para recordarles a quienes han olvidado quien soy lo que realmente significa mi potestad sobre ellos que se basa estrictamente en el respeto «Quiero que me respeten por quién soy, no que me teman por quién pretendo ser».

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