CAPÍTULO TREINTA Y CINCO- INQUINA II

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Narrador Omnisciente

En una cabaña de España otras palpitaciones en el corazón alteran la tranquilidad de Isabella por encontrarse una vez más en manos de un depredador que la encontró en la isla a la que fue dirigida por su hija para protegerla, pero que no pensó que esa protección seria arruinada por la persona que envió hacia ella para que buscara respuesta cuando está tan lleno de disgusto, descontento y decepción por las decisiones tomadas por ella solo para protegerlo de quien lo ubicó en su residencia en Moscú reconociendo como su primogénito.

Hizo que su padre cancelara la misión que había encomendado a su mano derecha para el mismo encargarse del futuro de su madre con el fin de demostrarle a su padre que su estadía alejado de él no le quitó las cualidades que un hijo de Damon Martinelli debe poseer así sea criado por monja a pesar de que en su caso fue criado por alguien absuelta de la vida religiosa sembrando en su interior instintivamente la malignidad perversa que lleva en sus venas.

—¿Me matarás? — cuestiona Isabella mirando como su hijo levanta un arma hacia su dirección.

—Sería lo correcto porque tú me mataste antes de nacer— dice acariciando el gatillo de su arma viendo como ella cierra los ojos entregándose a su destino.

En Italia la fortaleza Martinelli es desocupada de todos los muebles que decoran cada habitación de la propiedad poniendo a todos los mercenarios a cumplir con las ordenes de su jefe de desalojar la vivienda dejándola impecable para quienes irán a habitarlas dentro de poco.

Ivette se mueve inquieta en su habitación sintiendo un extraño frio en toda su piel por la decisión que acaba de tomar, aunque eso signifique echar sus años de martirio a la basura.

Ivan respira apaciguado apoyado de la baranda de su balcón reconociendo que su paquete llegará tarde a su destino, piensa en la felicidad que percibió en su padre como si alcanzó un gran logro, se mueve rápido a su computadora conectándola al servidor investigando con su interfaz el número de fax de los Mikhailov Monroe en Rusia, envía el archivo inmediatamente encuentra el número con un remitente peculiar y espera tranquilamente revisando el reporte de verificación de transmisión confirmando que ya fue enviado.

Eleva su mirada cuando los trabajadores empiezan a sacar los muebles de su habitación, él se apresura a echar en su mochila sus equipos tecnológicos personales observado por la mirada negra de Khaled Azad; un ingeniero mecánico experto en armamento de guerra pakistaní protegido en tierra italiana desde el ataque realizado por los rusos en sus tierras por descubrir las falsificaciones de sus armas, el pakistaní enarca una de sus cejas negras porosas para que se apresure y él saborea sus caninos repudiando más a todos los que están a su alrededor incluyendo a quien se fue a cumplir una orden de su padre sin despedirse de él.

—Nos vamos— demanda el pakistaní levantando su mano.

—¿Dónde está mi mamá? — pregunta enganchándose su mochila.

Echa un atisbo al hombre de treinta y dos años de piel bronceada pareciendo un joven de menos años por cómo está vestido en un atuendo casual con una chaqueta de mezclilla, sus ojos grises penetran el negro de los suyos en una mirada peligrosa y examina en un vistazo rápido sus costados verificando las armas que lleva encima.

—Está en su habitación terminando de empacar sus cosas, nosotros nos marcharemos primero a la nueva casa y ella se nos unirá luego porque tu papi así lo decidió— explica en un acento persa notable.

—Yo de aquí no me voy sin mi mamá— dice relajado.

—No me hagas tratarte como trato a los demás solo por no obedecer una orden que viene primero de tu padre y luego de mi porque tú a mí no me conoces— gruñe acercándose a él cubriéndolo con su tamaño—. Sales por la puerta de la entrada, subes a la camioneta y espera por mí para marcharnos de aquí — demanda agarrando sus hombros con fuerza.

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