CAPÍTULO VEINTIDÓS-EUREKA

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Eleora

Conseguir lo que uno más desea en el mundo es lo que nos motiva a levantar murallas y enarbolar banderas en todos los terrenos que se nos sea permitido en busca de eso que tanto anhelamos y que lo ansiamos tanto que no nos importa ir en contra de quienes se nos pongan al frente, ya que nuestra prioridad siempre será alcanzar de una forma u otra lo que nos hace sentir plenos, felices y libres de hacer y ser quienes nos plazca.

Vivir presa durante veintiséis años de las decisiones, planes y artimañas de una persona con deseos de poder, con sentido de posesión y con ambiciones cargadas de avaricia, codicia y superioridad me hicieron anhelar romper cadenas, destrozar lazos y fragmentar cada uno de los eslabones que me mantenían sujeta a una vida que no me tocaba vivir y que si de vivirla se trataba no era desde el puesto donde se sientan los criminales donde me senté siempre sino desde el púlpito de la justicia que debía compartir al lado de mis progenitores.

Viví presa de una vida que con cada año que pasaba aumentaba el dolor, el sufrimiento, las perdidas, las angustias, la sangre, las muertes y las lágrimas como si de un juego se tratara dónde con cada nivel se aumentaba el rango de crueldad, sadismo y destrucción elevando el sufrimiento que debía padecer haciendo que con cada paso que daba era con el deseo interno de buscar eso que tanto anhelo desde que era una niña.

Creí que con un hijo iba a obtener lo que tanto anhelaba y puedo decir que tener a Mikaela ha roto muchas cadenas emocionales y físicas que me esclavizaban a mis propios pensamientos y juicios hacia mi persona, pero aun así las cadenas más fuertes siguen estando en mis manos haciendo que con cada estirada de ambos extremos mi cuerpo se sacuda, tiemble y convulsione porque desde que ella llegó a vida el deseo que llevo tatuado en lo más profundo de mi ser ya no es solo por una aspiración personal sino que ahora es una obligación para garantizar el bienestar de mi hija, enfrentar su realidad; que he dejado de lado hasta poner todo en su lugar y poder vivir junto a ella los años que le quedan de vida sin escondernos, sin ser perseguidas y sin pensar en cual minuto del día seremos atacadas por las manos del maligno.

Los aplausos entran por mis oídos alejando mis pensamientos, sonrío al público que me enaltece por no creer que sería capaz de lograr esto y que me hace recordar las palabras de mi hija provocando que le dé la razón.

Ignoro a quien tengo a centímetros de mí, que se la ha pasado maldiciéndome en ruso desde que se puso frente a mí, mirándome como si sus ojos fueran cañones y su pólvora interna quisiera salir para explotarme en millones de fragmentos.

Recibo la mano de Miguel "Escorpión", me ayuda a bajar el último escalón y saludo a quienes se me acercan.

—He traído un obsequio para ti — susurra Miguel cuando nos alejamos del resto.

—No era necesario— respondo caminando entre las personas que empiezan a desplazarse a las mesas.

Me lleva hasta una de las mesas en la que está sentado junto a otros líderes, se agacha sacando debajo una caja larga y noto como Denzel desde lejos intenta acercarse temiendo por mi seguridad. Levanto la mano sonriéndole para que no se acerque, ya que no quisiera ponerlo en problemas cuando soy la plaga dentro de los rusos.

—Una hermosa catana para ti— saca el contenido.

Suspiro al ver la hermosa arma de doble filo brillar bajo las luces parpadeantes, la tomo en mi mano y maniobro con ella en el aire llamando la atención de algunos y que sea tan liviana en mi mano solo me indica que es de cortes letales por la facilidad de moverla.

—Muchas gracias, Miguel— vuelvo a dejarla en la caja.

—Gracias a ti— me toma de los hombros—, ahora vamos a seguir saludando a toda esta gente — propone dándome su brazo.

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