CAPÍTULO VEINTICUATRO- SOUVENIR II

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Eleora

Hay regalos que la vida nos los entrega como muestra de lo afortunados que somos en tener con nosotros piezas que nos unen a lugares, momentos y personas logrando por medio de ese regalo recordar siempre quienes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

La vida es el mejor regalo que podemos tener porque con el simple hecho despertar cada día después de estar constantemente en situaciones que ponen en peligro nuestra vida es un verdadero obsequio poder abrir los ojos, percibir la luz del sol, el viento sobre nuestra piel y el aroma de los olores de nuestro alrededor en nuestra nariz comprobando que tenemos un nuevo día para disfrutar del regalo más maravilloso llamado vida.

Aunque tener que contemplar la manera en que la vida de ese ser tan importante para mí era arrebatada me hirió tanto como si fuera yo la que estaba recibiendo cada uno de los golpes que caían sobre su cuerpo, fue doloroso ver como su aliento se unía con el viento menguando de su cuerpo y más destrozo ver como mi hija escapó de la habitación salvándole la vida a ese hombre que significa más para ella que para mí logrando con sus estrategias de manipulación obsequiarle el regalo más preciado que puede tener una persona.

Y es ese mismo regalo que se me está escapando de las manos sin poder dejarlo en el pequeño cuerpo de mi hija que está al tanto de su situación por tener acceso a mis correos gracias las enseñanzas de su padre Adolphe.

Escuchar de sus labios con esa voz llena de desespero y frustración el dictamen final de sus doctores acerca de su enfermedad sin cura y que me está quitando también mi vida con cada día que pasa me hace enfrentar esa realidad a la que quería mantener bajo el tapete mental disfrutando de ella sin un acondicionamiento especial por estar enferma porque ella para mi está sana, está completa y en su caja torácica están sus dos pulmones más llenos de vida que nunca.

Es lo que intento repetirme a diario, es lo que pienso cuando hablo con ella y cuando la escucho hablar de sus planes a futuros que me llenan de vida a mí porque ¿Cómo se le dice a una madre que uno de los pulmones de su hija no está funcionando desde que nació? ¿Cómo una madre debe entender qué el pulmón que le queda cada día pierde células del tejido que lo reviste muriendo lentamente? ¿Cómo debería actuar una madre que teniendo millones en el banco, con los medios y recursos suficientes para mover el mundo no puede garantizar la vida de su hija?

¿Podría hacerle un trasplante de pulmones? Podría hacerlo, pero el tiempo que se lleva en encontrar a un donador, operarla y esperar que se adapten a su cuerpo hasta que lo que tiene en su sangre vuelva a matar sus pulmones es muy doloroso porque tendría que someterla a operaciones constantemente, ya que no es lo mismo el tiempo de vida de los pulmones con los que nacemos a los que nos ponen de alguien más y con las partículas del virus en su sangre seria someterla a un calvario solo por mi egoísmo de querer retenerla con vida a mi lado cuando el destino se ha encargado desde su concepción en querer arrancármela de mi ser.

No quiero que pase por todos esos procesos quirúrgicos cada año, no quiero verla sufrir recuperándose de cada operación y mucho menos quiero contemplar como la limito de compartir como los demás excluyéndola de personas y lugares por el egoísmo de seguir teniendo esa dosis de plenitud que nunca había recibido, pero que de ella la obtengo hasta con solo ver esos ojos tan misteriosos que tiene.

Es muy complicado pasar por esto sola, guardando detalles más dolorosos sobre su condición solo para mí, guardando mis lágrimas, mi sufrimiento y dolor en lo más profundo de mi ser y convertirme en la mujer fuerte que prefiere darle a su hija los mejores años de vida hasta sus siete años que me le han dado haciendo planes con ella, haciéndola sentir normal, corrigiéndola y sin cumplir su caprichos porque si lo hago será más doloroso para ambas.

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