Capítulo Quince

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Unos dos días después me encuentro en la casa, ya había terminado mi turno en el hospital, pero no podía salir por órdenes del jefe, al parecer no se conforma con llegar tarde, pasar de largo y ser un patán, ahora cree que puede prohibirme cosas sin darme una explicación razonable, iluso.

—Hola cielo —dijo alejandro llegando a mi lado y lo mire.

Hoy no estaba vestido con sus distinguidos trajes, solo cargaba una brusa negra de botones manga larga y un pantalón azul junto unas botas negras de cuero, se veía demasiado tentador para mi cordura.

—Hola —murmure y pase de largo.

—Espera —Me agarro de la muñeca y lo mire—, ni un beso.

—Vete al carajo.

Me solté y seguí mi camino, no podía creer que tuviera la decencia de aparecer como si nada hubiera pasado.

—Sabrina podemos hablar —Me interceptó en el pasillo y me cruze de brazos.

—Ahora si quieres hablar Alejandro —Lo mire enojada.

—He tenido un trabajo bastante pesado y complicado —Se apoyo en la pared y no pude evitar recorrerlo con la vista.

Concentrate rubia.

—Eso no te da derecho a pasar de largo y hacer que no me conoces, me ignoraste durante dos días, sin agregar que ni aparecías por aquí —reproche.

—Lo siento, no estoy acostumbrado a dar explicaciones —dijo y se los juro que me contuve para no tirarle algo.

—No me importa si te estas en una balacera o en un mendigo trato Alejandro, solo quiero saber si volverás, porque te recuerdo que tienes tres hijas que preguntan donde esta su padre.

—Cuándo aceptaste esto sabias sobre mi trabajo, así que no te sorprendas si en algún momento llego con una bala —Me apretó de la cintura y acaricio mi mejilla.

—Todos los días me invade la puta pregunta Alejandro, pero solo te pido que separes la casa de trabajo, para evitar este enojo repentino de perros —Me intente alejar pero no me soltó.

—Haré lo posible para que no vuelva a suceder —aseguro y sonreí.

—Eso espero Alejo, porque soy capaz de cortar cualquier rollo que tengamos —amenaze y me apretó un nalga.

—La razón del querer evitarte es porque sabia que si te veía no seria capaz de irme —confesó y una leve sonrisa se me escapó.

Ay que admitir que el enojo se esfumó.

—¿Soy tú debilidad?

—Eso y de que no aguanto las ganas de hacerte mía.

Me agarró del cuello y me beso, algo desesperado sabiendo el poco contacto que hemos tenido estos días, pero daba rienda suelta a algo más.

Sus manos se aferraron a mí cadera mientras me acorralaba en el pasillo y su boca no me daba tregua, nos estábamos devorando con el deseo y la lujuria que llevamos contenido desde hace mucho tiempo.

—Quiero un cita Alejo —Lo mire con un puchero.

—Me hablas en serio.

—Bueno los dos queremos algo y sabemos que estamos locos por quitarnos la ropa, pero al menos quiero una cita —pedí mientras jugaba con su corbata.

—Creo que te la debo cielo —dijo y asentí.

En ese momento su teléfono sonó y le toco alejarse para contestar, yo me arreglé un poco la ropa y seguí mi camino hacia la cocina, tenía una nueva idea en mente, Luigi me consigo una repostera que da cursos y recetarios, así que hoy probaremos con un pay de limón.

Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora