Capítulo Dieciséis

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Hoy era viernes, pero creo que tenia un toque de diferente, ya que hace un mes llegue a esta a casa, creyendo que con una sola charla todo acabaría.

Ahora soy la niñera de sus hijas, hablamos como dos amigos, dormimos juntos y tenemos un leve juego de seducción, todo una locura para tan solo un mes.

—Te vez hermosa cielo —dijo alejandro y sonreí orgullosa de mi atuendo.

Hace unas horas me invito a salir, así que decidí ponerme divina, elegí un vestido azul oscuro con lentejuelas de corte en v con tirantes y la espalda descubierta, corto hasta más arriba de la rodilla, combinado con unos tacones plateados.

Hace unas horas me invito a salir, así que decidí ponerme divina, elegí un vestido azul oscuro con lentejuelas de corte en v con tirantes y la espalda descubierta, corto hasta más arriba de la rodilla, combinado con unos tacones plateados

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—Gracias Alejandro —dije y besé su mejilla por impulso.

—Solo pienso en como quitarte ese vestido —murmuró mientras me daba una vuelta.

—Otro día quizás —Jugué con su corbata, la cual combinaba con el color de mi vestido.

—Nos vamos —Me ofreció su brazo y lo acepte.

—Con gusto.

Caminamos hacia el auto y me abrió la puerta del copiloto como todo un caballero, de verdad se estaba luciendo hoy, aunque jamás pensé que invitaría a una cita, pero este hombre es de muchas sorpresas y nunca sabrás cuál será su próxima jugada.

—Te devia una cita —dijo y coloco una mano en mi rodilla.

Su tacto me causo escalofríos.

—Y estoy segura de que eres un hombre que cumple promesas —dije y apreté su mano.

—De eso no ten dudas cielo.

—Entonces dejar a las niñas con Margat por un momento a solas no fue mala idea.

—No me gusta dejarlas solas, pero tengo excelentes hombres.

—Como Leo —Me miro serio y reí.

—No lo mató porque es mi mejor soldado.

—Alejandro no puedes llevarte por rumores —Negó y apretó el volante.

—Yo se lo que veo Sabrina.

—¿En serio? —pregunte mientras me cruzaba de brazos y su vista bajo a mi escote.

—Si, además es muy mayor para mi pequeña —dijo y negué divertida.

—Ay por favor Alejandro, tú y yo nos llevamos casi diez años —reproche.

—Vale entiendo el punto cielo —Me guiño un ojo y reí.

Aprovecho que el semáforo se detuvo en rojo y se inclinó para robarme un beso bastante caliente, su lengua jugaba con la mía buscando tener el poder y sus manos subieron hacia ese lugar prohibido que ya conoce.

—Creo que debemos seguir —Me separe de el con la respiración descontrolada.

—La vida se acaba en un segundo cielo, porque no arriesgarse.

Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora