Capítulo Cuarenta y Seis

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Esa misma noche tomé un avión hacia Francia, decidí ayudar a concluir la historia y si eso significa meterme en la boca del lobo, lo haré, sin miedos y sin argumentos, simplemente con actitud positiva de que todo saldrá bien.

—Buenas noches —salude entrando al lugar, muchos me miraron asombrados y otros asintieron la cabeza, señal de respeto por estos lares.

Estábamos a unos veinte minutos de la casa del francés, era un lugar apartado del bosque, pero perfecto para colocar unas carpas y planear un ataque.

—¿Qué haces aquí? —reprocho Santino mientras llegaba a mi lado.

—Necia como una mula —comento Giovanni divertido y voltee los ojos.

Ellos fueron los únicos que vinieron, Luigi estaba cuidando la sede en Italia, así que una preocupación menos.

—Ustedes creen que yo iba a dejar que se murieran sin mí, no cariño —dije con un puchero falso—, no pudiera vivir con eso en mi conciencia.

—Siempre tan amorosa —murmuró Giovanni y reí.

Me acerqué para abrazarlo y me apretó contra su pecho, quería sentir la calma que había abandonado mi cuerpo los últimos días.

—Todo saldrá bien rubia, ten fe —dijo Santino mientras colocaba su mano en mi hombro.

—Mente positiva —murmure con una sonrisa fingida.

—¿Y con quien vienes? —pregunto Giovanni muerto de la curiosidad. Se había tardado.

Tenia un soldado conmigo, el cual me estaba ayudando a cargar el maletín, ya que pesaba muchísimo.

—El arma secreta —respondí guiñándole un ojo, no quería más detalles hasta hablarlo con el jefe.

—Donde está la señora —pregunto Sergio mientras llegaba a nuestro lado.

—Holis —salude abrazándolo, lo había extrañado.

Estos planes me ponen de los nervios.

—Me gusta verte, pero no aquí.

—Mañana estaremos tomando café con leche y pan dulce —Le guiñe un ojo y río.

—También me quiero apuntar a ese plan —pidió Giovanni alzando la mano.

—Ya veremos, ahora quiero saber dónde está mi esposo —dije mientras me cruzaba de brazos.

—Bueno... —murmuró Giovanni mirando todo el campamento.

No quiero malas noticias, me niego a recibirlas, ya tengo con ver a mis amigos magullados y a más de uno con heridas de bala en el cuerpo.

—No seas idiota —reprocho Santino dándole un guantazo—, él está bien, solo que un poco más estresado porque la bendita puerta es de acero reforzado.

Me señalo un pequeño cuarto dividido con cortinas y me dirigí ahí sin importarme sus quejas, quería verlo, abrazarlo y poder perderme en esa mirada.

—Prepárate para dar explicaciones —grito Giovanni y reí divertida.

—Yo no le debo explicaciones a nadie —respondí con cinismo y seguí de largo.

Llegué al cuarto y entre sin importarme tocar, quería agarrarlo desprevenido, solo que no conté con que es un jodido mafioso y en estos momentos está en modo supervivencia, así que apenas di un paso una pistola me estaba apuntando a la cabeza.

—Tormenta, soy yo —dije divertida mientras le quitaba la pistola en un mini segundo.

Le pedí al soldado que dejara el maletín en el suelo y que luego se podía retirar.

Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora