Cuarto Capítulo

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Estaba de lo más normal caminando un viernes por la noche, eran las siete y me dirigía a mi casa cuando de pronto veo unas camioneta negra estacionarse a mi lado, así que empecé a correr ya que esto no me daba buena espina y menos cuando empezaron a manejar más rápido para alcanzarme.

—Mujer es mejor que te detengas —dijo un hombre vestido de negro colocándome una pistola en mi costado.

—¿Que quieren? —pregunte nerviosa.

—El jefe te quiere a ti —dijo otro hombre de negro.

—¿Quien es su jefe? —pregunte.

—Has oído de la Sombra Italiana —dijo el que me estaba apuntando y suspire.

—Puedo decir que si como puedo decir que no —murmure.

—Entra a la camioneta —dijo el que manejaba serio, así que sin más remedio.

Golpe al que me estaba apuntando para quitarle la pistola y darle un guantazo con ella para empezar a correr lo más lejos posible, pero de pronto una camioneta se interceptó en mi camino, prácticamente casi me atropella.

—Hola cielo —dijo esa voz que conozco muy bien.

Habia estacionado la camioneta justo en la entrada de un callejón, por lo tanto me tenía acorralada.

—Alejandro —dije nerviosa.

Joder porque todo me tiene que pasar a mi.

—Que bien que me conoces cielo y sabes perfectamente quién soy, que curioso —dijo con arrogancia.

Como no, si me platicó hasta de los lugares más recónditos de su alma, pero sobre todo de sus negocios sucios.

—Si me acuerdo de ti Alejandro —confirmé lo obvio.

—Pero en la clínica juraste no haberme conocido.

—Que cosas no —murmure.

—Entonces ya que me reconociste, vamos hablar —Lo mire—, mucho tiempo huiste  cielo, ya es momento de poner las cartas sobre la mesa.

—Y si no quiero hablar contigo —Me cruze de brazos.

—Tú decides cielo —Me miro con una sonrisa ladina—, a las buenas o a las malas.

Del susto se me había olvidado reclamarle

—Tú empezaste jugando solo —Lo mire desafiante—. En serio tenias que mandar a secuestrarme —Le di una cachetada—, eres un cínico.

—No vuelvas hacer eso en tu vida.

—O si no que —Lo rete.

—No me busques cielo, que solo quiero platicar contigo —dijo tratando de controlarse.

—Cuando entenderás que me llamo Sabrina no cielo.

—Aja, ¿hablaremos?

—No hablaré contigo —concluí y me crucé de brazos.

—Bien, será a las malas —dijo divertido mientras se arreglaba su saco.

Me agarró de los muslos y me cargó como un costal de papas para luego intentar introducirme en su auto.

—Eres un idiota, bajame —chille

—Tú estas poniendo la cosa difícil —dijo y suspire—. ¿Habláremos?

—Bien, hablaremos —acepte volteando los ojos.

—Viste que era facil cielo.

—Me estas secuestrando cabron.

Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora