Capítulo Dieciocho

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Al día siguiente me desperté en los brazos de Alejandro, así que no me aguanté y acaricie su cabello, se veía tan lindo durmiendo y creo que eso de darnos una segunda oportunidad para conocernos valió toda la pena, ahora somos como amigos y sigo pensando lo mismo que cuando lo conocí, es un hombre grandioso con una máscara de jefe de la mafia.

—Sabri —murmuró con esa voz ronca de recién despertado, la cual me erizaba la piel.

—Buenos días Alejo —dije con una tímida sonrisa.

—Buenos días cielo.

—Será que me puedes soltar

—No, quédate —Me apretando más hacia él y escondió su cara en mi cuello.

Me gustaba cuando se ponía así de cariñoso, era una sensación extraña que me hacía poner una sonrisa boba en el rostro.

—Alejo son las diez de la mañana.

—Unos minutos no hacen daño —Me acaricio la mejilla y lo mire.

Tenía unas ganas de acurrucarme en sus brazos y no salir de aquí hasta que baje el sol.

—Tengo cosas que hacer.

—¿Cuales?

—Las niñas —dije divertida y me miro con un puchero.

—Mala —murmuró y reí.

En ese momento tocaran la puerta y entro Josselin con su peluche y detrás de ella venia Martina.

—Papá —dijo josselin con una sonrisa.

—Sabes dónde está... —pregunto martina, pero se detuvo cuando me vio—, olvídalo.

—Buenos días niñas —dijo alejo mientras se separaba de mí.

—Hola Sabri —dijo josselin y se subió a la cama para darme un abrazo.

—Buenos días niñas —respondí un poco nerviosa.

No todos los días me encuentran en la habitación de su padre con solo una camisa.

—Hola Sabri —dijo martina mientras se acercaba y me abrazaba.

—Como durmieron —pregunte.

—Bastante bien —respondió joss y se fue a los brazos de su padre.

—Bien, aunque la lluvia estaba intensa —respondió martina y reí.

—Qué tal si vamos a desayunar —propuso alejo mientras dejaba a Joss en el suelo.

—A eso veníamos —dijo martina.

—Entonces nos pueden esperar en el comedor —pidió alejo.

—Vale, pero no te tardes —dijo joss con un puchero.

Las niñas salieron del cuarto y después se oyeron los pasos apresuradamente en las escaleras.

—No corran niñas —grite y decidí seguirlas, pero Alejo me agarro de la muñeca antes de que saliera de su habitación.

—A dónde vas tú —pregunto serio.

—A seguirlas.

—Primero ponte ropa cielo —Me agarro de la cintura—, y segundo despídete bien.

Me beso, pero su boca tenía con la mía una sintonía salvaje mientras intentaba ver quien domina a quien, al final me mordió el labio y lo empujé.

—¡Alejo! —chillé y me toqué el labio

—Lo siento cielo, pero no me resisto.

—¿A qué?

—A tenerte en mi cuarto con solo una camisa —Me dio una nalgada y se dirigió al baño.

Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora