Capítulo Doce

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Narra Alejandro

Era un día bastante movido, me toco despertarme a las seis por una mercancía, por lo tanto no me pude despedir de mis hijas y menos de la rubia, pero trabajo es trabajo.

—Señores como saben tenemos el día agitado —demande mientras caminaba por la bodega—, así que les daré su tarea.

> El equipo A llevará la droga al bar del sur, el equipo C buscará la mercancía en las afueras de la ciudad y los demás se esperan a mis órdenes.

—Si señor —dijeron todos y mire a mi alrededor.

—Hagan bien su trabajo y cuídense la espalda —dije y me dirigí a mi oficina.

Debía arreglar los últimos términos de un contrato sobre una mercancía, al parecer había un riquillo queriendo mover cantidades y le podía quitar una buena cifra de dinero.

—Señor me buscaba —dijo sergio entrando a mi oficina.

—Necesito supervisar el negocio Sergio, así que harás un paseo —demande y asintió.

—Algo más —Negué.

—Solo pendiente, este mundo no es fácil.

Prácticamente toca vivir en las sombras, yo era el vivo ejemplo de que los fantasmas existen y amaba ser todo un descocido para algunos, pero es difícil conseguirlo.

Además me movía con facilidad en el submundo, por nada era el rey de la mafia italiana y uno de los mejores lideres de los clanes.

—Lo conozco bien señor, se cuidarme —En ese momento su teléfono sonó y me miro.

—Señor la mercancía llegó —informó.

—Con quién —pregunte serio.

—Con los Ivanov —respondió y me desordene el cabello.

El día empezó mal y intentar mantener el control con esos malditos rusos no era sencillo, eran demasiados soberbios y creían que tenían el control, pero realmente solo somos un intercambio para el otro.

—Bienvenida a mi humilde morada señores —dije entrando a la sala del galpón.

—La sombra italiana en persona, que honor —dijo el mayor de los hermanos.

—Buenas señor —dijo el menor de los hermanos.

—Espero que mi mercancía esté intacta —demande y señalo el cuadro detrás de el.

—Observa por ti mismo —dijo el mayor.

Me dirigí a la caja y la abrí con el cuchillo, había muchas armas de diferentes calibres, pero eran las mejor, calidad con buen precio.

—Estamos bien —aseguré.

—Podemos hablar señor —pregunto el menor y lo mire.

—Que sucede —pregunte serio y prendí un cigarrillo.

—Solo queremos saber si tendrás un nuevo obstáculo —pregunto el mayor.

Y supe para donde iba todo esto.

—Si, pero no es su problema —demande serio y bote el humo

—Es de todos, porque estas donde estas por nuestra ayuda, acuérdate que aquí todo es poder y alianzas —demando el mayor y sonreí leve.

—Lo mismo digo, nunca se te olvide como llegaste al lujar donde estas —dije divertido con una frialdad en mis palabras—. Así que evita hacer preguntas.

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