Capítulo Treinta

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Como era nuestro último día en Santorini decidí disfrutar de cada rincón de esta ciudad, la única diferencia que no estaba sola, Alicia me acompañaba para tener una salida de chicas.

Además era buena idea para seguir reforzando este lazo que estamos creando con el paso de los días.

—Debo admitirlo, tenías razón —comento Alicia mientras veíamos las tiendas.

—Comprar ropa siempre sirve como distracción —dije mientras miraba el alrededor.

Las calles de piedra, las casas de colores, tiendas de diferentes estilos y un acantilado eran los expectantes de un mar azul de fondo.

—Lo note, tú armario parece una tienda.

—Eso es debido a mi leve obsesión por combinar todo.

Desde muy niña siempre tuve el capricho de que si me ponía un pantalón negro la camisa y las botas debían ser del mismo color, porque no me gustaba salir si no estaba combinada y cuando eso llegaba a ocurrir sentía que algo me faltaba, era una locura.

—Definitivamente eres única Sabri.

—Solo soy yo.

—No solo eso, porque durante los tres meses que tienes con nosotras lograste poner todo en su lugar —confeso mientras me miraba de una forma diferente.

—Solo quise hacerlas felices y que nadie les arrebatara eso —dije mientras me encogía de hombros.

—Lo lograste y te ganaste el título de madre —La abrase, atrayéndola a mí.

Porque sus palabras me hicieron dar cuenta que solo disimula sus sentimientos, que tal vez le agrado más de lo que dice, pero no quiere demostrarlo porque tiene miedo de que le vuelvan hacer daño.

—Siempre contarás conmigo.

—Mentira, porque si tu historia con mi padre termina te iras.

—No, me quedare en sus vidas sin importar lo que pase.

—Como puedes estar tan segura —pregunto con duda.

—Porque ya lo hablé con tu padre y prometió que compartiríamos el tiempo con ustedes —respondí mientras me veía sorprendida.

—Te miro y entiendo que madre no es únicamente aquella que nos da la vida, si no aquella que nos cuida, nos ama, y siempre se preocupa por nosotras a pesar de todo —confeso con una lagrima traicionera—, y eso Sabrina es lo que siempre tú has hecho por nosotras, gracias.

Ok no puedo negarlo también termine llorando con ella, esas palabras llegaron a lo más profundo de mi corazón.

—Para mí es un honor que me llamen así, porque las amo mucho.

—Gracias por querernos, entendernos, y siempre estar ahí.

Seguimos caminando mientras hablábamos sobre todo lo que hemos hecho esta semana, porque aprovechamos lo que más pudimos, hasta logramos fortalecer esta nueva familia que está compuesta de pequeñas piezas.

—¿Alguna vez compraste lencería? —pregunte un poco curiosa mientras entraba a la tienda.

—Se pudiera decir que no, porque mi tía me llevaba a comprar y termina eligiendo ella —respondió un poco dudosa.

—Y déjame adivinar, nunca los usaste.

—No eran mi estilo —Se encogió de hombros mientras miraba un sostén negro de encaje.

—Hoy será diferente, quiero que escojas algo que te haga sentir sexi —pedí mientras señalaba la tienda.

—¿Algo que opinar?

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