Capítulo Treinta y Cuatro

508 45 2
                                    

Había pasado dos días, estábamos un poco más tranquilos, pero el ambiente se sentía diferente y hablo de un aspecto positivo, el ya no indagaba en el tema y yo solo observaba, así que si, sirvió hablar, lo cual me hace dar cuenta que confiamos plenamente en el otro y asusta, porque ninguno tiene límites a la hora de cometer delitos.

—Cielo debo irme —comento mientras se sentaba para darme un beso.

—Quédate un rato más —pedí mientras lo agarraba del cuello y me colocaba a horcajadas encima de él.

Apenas eran las diez de la mañana y los dos debíamos irnos a trabajar, pero quería quedarme más tiempo enredada en las sábanas con él.

—Demasiada tentación para este pedazo de carne —murmuró mientras se levantaba de la cama y se arreglaba el saco

—Me dejaste picada —Lo mire con un puchero y me dio una nalgada.

—Eres insaciable.

—Mira quien habla.

—Soy culpable cielo, pero es que jamás me cansaría de ti —respondió mientras me guiñaba un ojo.

Me levanté y caminé hacia el de forma sensual, luego pasé mis brazos por su cuello y me incliné para estar casi al mismo nivel.

—Cuídate mucho, tormenta —susurre cerca de sus labios.

Me agarró de la cintura y me apretó a él, haciendo que quedara aprisionada contra su pecho, luego sus labios colisionaron con los míos, creando un vaivén lleno de desenfreno, pasión y anhelo, donde disfrutamos las ganas de saborearnos y los sentimientos, sin importar que cada uno deba que irse, porque si fuera por el otro pudiéramos estar así siempre.

—Volveré pronto.

Se dirigió a la puerta y me regaló una mirada antes de cerrarla, yo decidí seguir derecho y entrar a tomar una ducha, debía apagar el incendio que tenía por dentro, además una ducha fría ayuda a cambiar tu ánimo y a replantear tus ideas.

—Buenos días señora —saludo Margat cuando me vio bajando las escaleras.

—Buenos días Margat —salude mientras le daba un abrazo.

Desde que llegue a esta casa se convirtió con en mi abuela, le tenía mucho cariño.

—Sabri, Sabri —repitió Alicia mientras llegaba a mi lado y me jalaba del brazo hasta quedar súper cerca.

—¿Qué sucede? —pregunte curiosa por su repentina acción.

—Papá está en la sala con alguien —susurro como si estuviera contando un secreto.

—¿No sé fue?

—Cambiaron los planes.

—Debió ser importante.

—¿Pero si es peligroso?

—Rubia si está aquí es porque es amigo de su padre, no un simple socio.

—Entendible —murmuró Alicia mientras miraba a Margat.

—El señor pidió que cuando bajara la señora fuera hacia la sala, es lo único que se —comento Margat.

—Iré a ver y te cuento —dije mirando a Alicia.

—Bueno —murmuró mientras se dirigían a la cocina.

—Es bastante protectora con sus hermanas —dijo Margat y asentí.

—Es una muy buena hermana mayor —concluí con una sonrisa llena de orgullo.

Me encamine hacia la sala con toda la seguridad y curiosidad que podía tener, porque amigos de Alejandro no he conocido, así que esto será nuevo.

—¿Amor que sucede? —pregunte cuando entre a la sala.

Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora