Capìtulo Veintiocho

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Cuando Alejandro me pidió que viajara con el jamás pensé que esa misma noche nos montaríamos en un avión junto a las niñas a un destino desconocido, ya que quería darme una sorpresa.

—Santorini —chille emocionada mientras corría a abrazarlo.

Cuando nos bajamos del avión me vendo los ojos y no pude ver hasta que llegamos a la casa y tremenda sorprenda me llevo cuando veo el mar a tan solo unos pasos.

—Sabía que te gustaría —dijo mientras apretaba el agarre en mi cintura.

—Gracias tormenta, de verdad.

—Todo por mi mujer.

Me beso, así que se lo devolví con las mismas ganas, luego sus manos bajaron a mis muslos para alzarme y así enrollar mis piernas en su cadera, dejando una leve invitación para seguir, porque podíamos estar juntos todo el tiempo, pero siempre había una chispa que volvía el ambiente más mágico.

—Si me sigues tratando como una reina me voy a acostumbrar.

—Es que eso eres, mi reina.

Sus palabras siempre hacían enamorarme más.

—Mamá —grito Joss y reí.

Y eso lo hacía mucho mejor.

—¿Qué pasa pequeña? —pregunte mientras Alejandro me dejaba en el suelo.

—Solo quería saber dónde estabas —respondió mientras me abrazaba por las piernas.

—¿Tienes hambre pequeña? —pregunto Alejandro mientras la alzaba.

—Sipi —respondió mientras escondía su cabeza en su pecho.

—Vamos a comer —propuse mientras acariciaba su cabello.

Entramos a la casa y nos dirigimos a la cocina, quería hacerles el desayuno, pero Alejandro termino ayudándome y Joss solo nos miraba, aunque luego de un rato quedo profunda en el sillón.

—Hueles rico cielo —susurro mientras me abrazaba por atrás y me besaba el cuello.

—Andas muy meloso —comente divertida y me dio una nalgada.

—Es nuestro primer viaje juntos, debo disfrutarlo.

—Me gusta más esta faceta tuya —Me voltee para mirarlo a los ojos.

—Este es el verdadero, el otro es solo una fachada para la mafia.

—En la cama eres igual —murmure y me agarro una nalga para pegarme más a él.

—Porque te gusta que sea así —murmuro mientras me robaba un beso.

Me separe para servir el desayuno, porque me estaba muriendo del hambre, además del sueño, porque a las cinco de la mañana salimos de la discoteca y una hora después estábamos tomando un avión, el cual duro cuatro horas para llegar aquí y como le tengo un poco de miedo a esas cosas no dormí mucho.

—¿Ya se instalaron niñas? —pregunto Alejandro mientras veía a sus hijas.

—Si, esta hermosa la vista —respondió Alicia mientras intentaba sentarse.

—¿Estas bien? —pregunte mientras le arreglaba el cabello.

—No, me vino el periodo, es más atravesado —respondió mientras me abrazaba y apoyaba su cabeza en mi barriga.

Entendía el sentimiento.

—Te puedo hacer un té de toronjil, quita los dolores.

—Pero igual quiero ir a la playa.

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