Quinto Capítulo

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Me desperté en una habitación diferente, la cama era mucho más cómoda, se sentía como si estuviera en el paraíso y ni hablar de la vista que tenía desde la ventana, podía acostumbrarme a esto, pero prefería vivir en mi departamento.

Apenas eran las siete y ya estaba dando vueltas en la cama, no quería volver a tener una discusión con ese hombre pero sabía que pasaría, éramos tan diferentes y a la vez tan iguales que por eso chocabamos.

Pero debía afrontarlo, no soy una cobarde que se esconde en las sábanas para no verlo, así que salí de la cama y me dirigí al baño, al menos debería estar presentable.

—Martina despierta —dije mientras la movia.

Ahora estaba en el cuarto de la hija del medio, debería hacer mi labor, despertarla.

—Umm no quiero —murmuró y reí.

—Tienes clase en una hora —Me miro con emoción y salto de la cama.

—Si te quedaste —Me abrazo y no pude evitar sonreír.

—Claro que si pequeña, ahora soy su niñera, pero debes ir a bañarte si no quieres llegar tarde.

—Bueno, pero puedes buscar mi ropa, esta en la tercera gaveta del armario —dijo señalando la puerta y asentí.

—Se dice por favor —Me cruze de brazos y sonrio leve.

—Por favor —murmuró y entro al baño.

Me dirigí a buscar su uniforme, pero yo quedé loca, este armario era gigante, de verdad que me sorprendió toda la ropa que tenía esta niña, no quiero ni imaginar la de Alicia, en fin deje de divagar y entre a buscar en la gaveta el uniforme y se lo coloque en la cama junto a la ropa interior.

Y salí del cuarto para dirigirme a la cocina, debía enfrentar los problemas sin miedos para poder cortarlos de raíz, además ya había dormido en su casa que perdía con desayunar con el y sin contar que acepte que nos conociéramos.

—Buenos días —dije entrando a la cocina, estaba bastante nerviosa.

La misma señora de ayer, Margat si no me equivoco me regaló una sonrisa y un poco de asombro, al parecer no se esperaba verme por aquí y yo menos.

—Buenos días señora —respondió sin salir de su asombro.

—Hola cielo —dijo alejandro levantado su vista de la taza de café.

—Hola Alejandro —dije volteando los ojos.

—Uy amaneciste de malas cielo —dijo y me miro burlón.

Me sentí en el banquito del paredón y suspire, concéntrate Sabrina, no puedes perder los estribos tan temprano.

—Quiere café señorita —dijo la señora margat y asentí.

—Si, por favor, pero que sea con leche y no tan dulce —respondí y asintió.

—Vaya hasta mandas en mi casa cielo —dijo Alejandro y evite su mirada.

—Lo siento —murmure, tenía razón me había pasado, pero no pude evitarlo era la costumbre.

—No pasa nada, para mis empleados eres mi mujer así que harán todo lo que tu digas —dijo y lo mire escandalizada.

A la mierda eso de ser calmada, a la mierda que sean apenas las siete de la mañana, yo lo cuelgo.

—Espera, ¿que? —dije incrédula.

—Aquí tiene señorita —dijo margat dándome mi café y salió pillada de la cocina.

Ni gracias me dejo decirle.

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