Ya habían pasado unos tres días desde que me encontré con Alejandro y al parecer no intento nada por contactarme, cosa que agradezco por mi salud mental, pero últimamente siento una agonía rara en el pecho, como si fuera a suceder algo.
—Hola trueno —dije saludando a mi perro mientras le acariciaba la cabeza.
Apenas eran las cinco de la madrugada y estaba llegando de un turno del hospital, pero estaba muerta, había sido una noche y madrugada bastante agitada, además de que no había comido nada desde hace horas.
Pero así es este trabajo, de noches sin descanso, de tener una vida en tus manos y de tomar decisiones en segundos, pero no por nada pase cuatro años de mi vida estudiando y quemándome las pestañas para poder graduarme, pero si todo fuera fácil nadie lo haría.
—Ya comiste Sabrina —dijo mi querido amigo apareciendo por el pasillo.
Era un moreno de cabello castaño con unos ojasos verdes, un porte bastante varonil y es todo un galán el pretencioso, pero nunca me llamo la atención, solo es mi amigo.
—Joder me asustaste —dije colocandome una mano en el pecho.
Que costumbre tiene este loco de aparecer en mi casa como si nadie.
—Sabri —Se cruzo de brazos y suspire.
—Apenas voy llegando Luigui —Pase por su lado y me abrazo.
—Te voy a calentar la cena mientras te duchas —dijo y asenti emocionada.
Amaba cuando el tenia esos detalles conmigo, era bastante interesante ver a este hombre de porte serio comportándose como todo un hombre con corazón de pollo, pero prefiero esos.
—Gracias pollo —Lo mire divertida y bufo.
—No me llames así rubia —Sonreí inocente y apreté su mejilla.
—Sabes que te encanta —concluí y me dirigí a mi cuarto.
Me dirigí a la ducha y dure bastante bajo esa agua tan rica, pero necesitaba quitarme ese olor a medicinas y a sangre, porque a veces podía ser muy asquerosa la sala de emergencias, pero amaba mi trabajo.
Luego de que salí de la ducha me coloqué mi ropa interior con unos short además de una camisa de hombre y me dirigí a la cocina donde estaba mi querido amigo tomando café.
—Cuando llegaste —pregunte.
—Hace una hora —respondió y me miro de arriba a abajo—. Es difícil no verte de otra manera.
—Luigui —chillé dándole un guantazo y río.
Sabia que era bonita, siempre me gusto mirarme al espejo, pero hubo un momento que llegue a odiarme, todos me catalogaban como la típica rubia que pintan en películas, aunque solo son estereotipos absurdos que coloca la sociedad, pero no me gustaba vestirme tan femenina, aunque había excepciones donde me encanta colocarme unos tacones con un vestido, me sentía toda una diosa empoderada, pero había otros días donde andar en vans con ropa holgada y sin peinarme era lo casual.
Pero todos pensaba que por ser la rubia debía ser la sensación y no, solo era una típica rubia con un cuerpo lindo para mi gusto, con más senos de los que me gustaría, porque si a veces nos llegamos a complejar por tener una talla grande, pero tampoco me quejo, porque trasero no tengo casi, a veces que me ayuda un buen pantalón, pero otras parezco una tabla,
aunque algunos dicen que tengo figura de modelo, pero ellos no ven mis defectos y cuanto me costo amarme.—Solo juego Sabri —Me dio un plato lleno de pasta con albóndigas—. Aquí tienes, especialmente para ti.
—Gracias —susurre y empecé a comer.
ESTÁS LEYENDO
Segundas Oportunidades
RomanceSabrina Rizzo es una mujer que conoce valerse por si misma, le gusta ser la jefa de todo, pero eso implica ser una maraña de mentiras y ocultar lo que es o lo que conoce. Pero Alejandro Santoni queria desmantelar cada una de sus mentiras, conocer a...