El día de la verdad

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Parado frente al espejo me acomodo por última vez la corbata, estoy nervioso se que a llegado el día de la verdad.

Después de tener todo preparado para esperar a Candy bajó las escaleras utilizando un traje elegante color negro, ya no lo hago como Albert si no como lo que verdaderamente soy; William Albert Andrew. Estando en la sala escuchó como tocan la puerta al abrirla me doy cuenta de que se trata del mensajero del banco por lo que decido atenderlo, el joven me entregó un sobre que destape inmediatamente después de que él se fuera de la casa.

William es necesario que te presentes en las oficinas centrales hoy mismo para que firmes unos documentos.

George.

Recibir esta noticia no fue de mi agrado, más sin embargo observó el reloj y sin perder más tiempo tomó las llaves del coche para dirigirme a la empresa familiar. Entrar al corporativo no me resultó difícil por que los empleados me conocen como el protegido de George.

En el despacho tome los papeles para revisarlos, como George a hecho un buen trabajo término más pronto de lo previsto, al pararme de la silla presidencial me percaté de que por la ventana se podía apreciar un hermoso paisaje, el cielo despejado adornado por una estrella deslumbrante y cálida, que me recuerda la tarde cuando mi amada y yo caminábamos por un sendero de flores, ella parecía un ser celestial que se dedicaba a recolectar la belleza de las flores, mi linda Candy estaba tan absorta en su pasatiempo que no se percató que con el movimiento continuo se le deshizo su peinado provocando que sus cabellos dorados cayeran sobré su espalda, mientras me sonreía dulcemente con su cara de ángel.

En el despacho tome los papeles para revisarlos, como George a hecho un buen trabajo término más pronto de lo previsto, al pararme de la silla presidencial me percaté de que por la ventana se podía apreciar un hermoso paisaje, el cielo despejado a...

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Al llegar a la cascada ella veía con gran admiración la belleza del paisaje, solo con Candy comparto el gusto por la naturaleza, ella es la única que me comprende y es con la única que puedo ser yo mismo sin apariencias. Mientras mi dulce rubia exploraba el lugar viendo con asombro que en el agua cristalina se paseaban los peces teniendo de fondo las rocas grisáceas yo me apodere del ramo de flores que ella tenía entre sus manos para hacerle una corona. Pasado unos momentos ella se dio cuenta que yo no estaba a su lado y decidió ir hacia donde yo estaba sentado sobre el césped para expresar con cierta irritación:

—hmmm ¿ qué haces Albert?

—estoy cuidando las flores

—con que cuidándolas ¿ si las estás cuidando por qué están en el suelo?

—para observarlas mejor

—y ¿por qué tienes unas en tus manos?

—es una sorpresa... Ya lo verás

—¿para mí?

—si

—¡¿ qué estás haciendo ?!

—espera un momento

—no puedo... Dime ¿Qué es?

—no te lo voy a decir... Será mejor que tengas paciencia

Y si, te digo que siDonde viven las historias. Descúbrelo ahora