Un beso de amor sabe a chocolate

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Yo el gran patriarca William Albert Andrew, heredero de un gran imperio, dueño de grandes riquezas

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Yo el gran patriarca William Albert Andrew, heredero de un gran imperio, dueño de grandes riquezas. Pareciera que tengo todo y la verdad es que tengo mucho, una vida llena de lujos, económicamente hablando: mi vida ha sido fácil y cómoda. Pero nada es gratis en esta vida. También llevo a mis espaldas la responsabilidad de sacar adelante a las empresas de mi familia.

Tengo mucho, pero sin duda mi posesión más valiosa es una chica rubia que regala dulzura a cada paso que da. Ella es una derrochadora de ternura; cuando yo la conocí era una niña adorable, que me dejó marcado con sus ojos verdes, desde ese momento le pertenezco y vivo para protegerla a la distancia: como el tío abuelo. De cerca: como su amigo o su hermano, como ella me lo permita.

El día de hoy tengo mucho trabajo, debería estar cansado por tantas horas de labor, debería estar harto de lidiar con los inversionistas y, estresado de los problemas acarreados por las malas decisiones, pero, en vez de eso estoy feliz, sonriente y de un humor alegre, tan alegre que hasta George, se atreve a sonreír de vez en cuando. Está felicidad lo ocasionó: ella, mi rubia, mi remanso de paz. Saber que cada tarde, ella me estará esperando en nuestro nuevo hogar con su sonrisa maravillosa y, tal vez con una buena cena; con que sea comestible con eso me conformo. Lo importante es que sea preparado por mi dulce ninfa.

La decisión correcta era separarme de Candy, mas sin embargo, esa decisión me enferma, me debilita. Mi cuerpo repudia la simple idea de alejarme de mi bella amiga.

Las horas pasan y mi energía sigue igual, no se debilita; sino todo lo contrario. Se que dentro de una hora la veré, así que me apresuro para avanzar con el trabajo e irme.

Terminando con mi jornada laboral fui en busca de mi princesa. Entré al departamento y lo primero que vi fue a Candy acomodando con esmero las cosas en unas cajas. Ya se dio cuenta de mi presencia y me saluda con su linda sonrisa, mientras le digo── Candy, ¿ cómo vas con la mudanza?

──Bien, un poco cansada, y tú ¿ cómo estás?

──Con mucha hambre.

──Yo también tengo hambre, voy a ver que hay en la cocina.

──Sí, me parece bien.

Se dirige a la cocina, mientras yo me quedo en la sala. Me acerco al comedor y de manera ágil acomodo la comida que compré para los dos. Me gusta hacerle pequeñas bromas para ver su cara chispeante de felicidad al darse cuenta de mis detalles para hacerle la vida más fácil.

Después de un momento grita── ¡Tenemos pasta y limones!

──Me parece perfecto... puedes venir un momento, por favor

──ya voy... ocupas algo

Ella se asoma al comedor, ve la suculenta comida con sorpresa. Se acerca de manera rápida y alegre, mientras se sienta me recrimina con la mirada── ¡Gastas mucho!

Y si, te digo que siDonde viven las historias. Descúbrelo ahora