Cásate conmigo

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La tenía rodeada con mis brazos mientras escuchaba los suspiros que salían de su exquisita boca roja del color de las cerezas de temporada. Esto tiene que ser el paraíso, pensaba mientras que mi dulce Candy me provocaba sensaciones placenteras, emito un gruñido ronco por tener sus piernas rodeando mi cintura restregando su entrada en mi falo endurecido al mismo tiempo que mis manos están masajeando su culo redondo y blando.

Me dirijo a nuestro lecho de amor con gran dificultad por no dejar de besarla, al llegar la deposité con cuidado en el piso, ella tenía los ojos cerrados mientras que yo estaba embobado disfrutando de su belleza, con el corazón rebosante de alegría solo puedo sonreír de felicidad. Al abrir los ojos ella observa a su alrededor con cara de sorpresa, después se dirigió a la cama y la ve con vehemencia por contener un sinnúmero de rosas rojas dibujando un corazón del tamaño del mueble. Su mirada se ve brillante mostrando una euforia indescriptible y como si fuera una chiquilla con total inocencia empezó a dar vueltas de lo dichosa que se sentía, su falda amplia quedaba en el aire mostrando sus piernas largas y estilizadas, al mismo tiempo que yo le arrojaba las rosas restantes que estaban dentro de una canasta. Verla disfrutando del momento mientras que las flores rojas caían en su cuerpo de diosa como la lluvia que cae del cielo rociando las praderas, era sin duda una imagen que grabaría en mi memoria para la posteridad.

Después ella se acercó a mí para reclamar mis labios, antes de besarla le dije —te amo

Ella contestó melosa —lo sé, yo te correspondo

En un susurro le dije —te deseo tanto

Con cierta coquetería habló — hazme el amor

Con dolor en la voz contesté —si lo hago de todos modos mañana tendré que partir... Tengo que hacerme cargo de las empresas de la familia

Ella habló con tristeza —no quiero que te vayas... Pero sé que tienes que hacerte cargo de tus responsabilidades como el patriarca que eres

—quiero pasar toda la vida junto a ti

—estaremos siempre juntos... Nada ni nadie nos podrá separar

—nada ni la muerte podrá separarnos

Tomó mis labios mientras me decía —quiero fundir mi alma con la tuya — mientras que sus manos curiosas me despojan de mi camisa, yo la dejaba hacer conmigo lo que quisiera por que soy su esclavo en cambio ella es mi dueña lo que guste y mandé se tiene que hacer. Mis manos gustosas le quitaron la ropa y yo quedé idiotizado de tanta perfección hecha mujer, ¡ mi mujer!, admire su belleza al natural con total descaro sintiendo que la sangre me hierve de tango deseó que siento por ella, trago en seco observando sus curvas de mujer, cuando pensé que mi rubia hermosa no podría sorprenderme más supe que estaba equivocado, con gran satisfacción descubrí que sus pechos contenían el broche de la familia Andrew, ese emblema que perteneció a un chiquillo que en su momento quedo prendado de los ojos brujos de la niñas mas bella del mundo. Esa pequeña que en su inocencia lo llamo príncipe, sin duda mi preciosa dama me provoca sensaciones que me calan hasta los huesos, mi pecho se hincha de orgullo y satisfacción de saber que mi corazón en forma del legado familiar siempre estuvo en las manos de mi Candy, mejor dicho siempre estuvo muy pegadito a su corazón.

Adoré su cuerpo con el mío, mis manos de manera intrépida exploraron cada rincón de su ser, al mismo tiempo que mi boca se saciaba con sus pechos voluptuosos para besarlos con hambre, ella dejó de suspirar para gemir cada vez con mayor intensidad, mi lengua probó su miel dándome cuenta de que Candy ya no podía esperar más, ella necesitaba desahogar su cuerpo lleno de pasión igual que el mío, sin pensarlo me introduje en su cavidad suave, cálida, húmeda y estrecha, ¡wooow! Es tan estrecha que me aprieta haciéndome sentir el cielo en mis manos, en estos momentos todo a nuestro alrededor desapareció, solo existimos ella y yo fundidos en un mismo ser, hacer el amor con ella me derrite el alma y el cuerpo, respiro pausadamente para controlar mis ganas, empujó mi falo en su interior gritando su nombre, no me sé otro ni el mío recuerdo, al toparme con una pared me detengo unos instantes mientras me tranquilizó un poco, después vuelvo a mi faena para continuar metiendo y sacando mi pene de su vagina despacio disfrutando las caricias envolvente de su vulva hasta perder los estribos y el razonamiento haciendo los movimientos más rápidos y con más fuerza, al llegar al esplendoroso clímax gritó con estruendo ¡Candy! con la satisfacción de escuchar el mío salido de su boca, cansados de tanto amarnos nos dejamos caer en la suave cama para acomodarnos y tener un sueño reparador.

Al siguiente día parados en la estación del tren ella no podía contener las lágrimas de la tristeza que tenía en su alma por tener que separarnos, sabía perfectamente que trataba de no llorar para no hacerme sentir mal pero era algo que no podía controlar. Mientras que la muchedumbre pasaba a nuestro alrededor inmersos en sus propios dilemas, yo la abrazo con cariño tratando de consolarla, ella levanta el rostro, me ve a a los ojos, se limpia la cara y con un nudo en la garganta comienza a hablar —lo siento tanto, me prometí no llorar... No quiero preocuparte— sorbiendo por la nariz y con las lágrimas surcando sus mejillas suaves y sonrojadas dijo —pero no puedo... Son dos años, no se como vivir sin ti

— Candy yo viajo por el trabajo, no puedo llevarte por que no tendré tiempo para estar contigo

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— Candy yo viajo por el trabajo, no puedo llevarte por que no tendré tiempo para estar contigo

—lo sé, pero aunque lo sepa no deja de ser cruel nuestra separación

Me alejé unos centímetros de ella, con un poco de nerviosismo busqué en mis bolsillos una cajita de terciopelo, al encontrarla me sentí aliviado de tenerla conmigo, la saqué, se la puse frente a sus ojos para después abrirla mientras le decía con amor — cásate conmigo

Continuará...

Y si, te digo que siDonde viven las historias. Descúbrelo ahora